Gukgeuk

De lo local a lo global. Etorkizunik badago, sozial-berdea izango da.


De Irak a Ucrania: guerra, imperio y pérdida de la memoria histórica.

Los intentos de ignorar la lógica de la guerra y su historia moderna son un esfuerzo por captar la opinión detrás de un próximo siglo de conflicto.

David Jamieson. 27 de febrero de 2023

Imagen por Alex Robinson

Febrero de 2023 contiene dos aniversarios importantes: 20 años desde el nacimiento del movimiento de masas contra la invasión estadounidense/británica de Irak, y un año desde la invasión rusa de Ucrania.

Según la opinión predominante de los medios en Occidente, no hay relación entre estas dos guerras, y cualquier intento de relacionarlas es ofensivo. Clive Myrie, el corresponsal de la BBC que se convirtió en una muestra de la fiebre liberal británica por la guerra en los primeros meses de la invasión de Ucrania, le dijo al Times que cualquier intento de comparación sería extraer un “paralelismo falso” y “ una puta mierda ” (Myrie estuvo con los marines británicos en Irak en 2003 ).

En Escocia, el veterano corresponsal extranjero David Pratt describió recientemente la invasión de Ucrania como un evento sin precedentes en las casi ocho décadas de un sistema internacional “generalmente pacífico desde 1945“. Pratt afirma sin rodeos el mensaje trastornado pero generalizado desde febrero de 2022, de que Ucrania es la primera guerra real desde su equivalente natural, la conquista nazi de Europa continental.

Incluso en lugar de un análisis materialista rudimentario de la competencia interestatal ha surgido una gran cantidad de explicaciones triviales y dichos populares aplicados a la actual en Ucrania. Abundan las paranoias sobre las amenazas a la civilización y las analogías inadecuadas con la Segunda Guerra Mundial, las afirmaciones hiperpersonalizadas e instrumentistas sobre la catadura moral de Putin o su supuesta inestabilidad mental. Se ha resaltado un renacimiento del nacionalismo ruso y las reclamaciones de derechos a extender la “Gran Rusia” en los países vecinos. Este fenómeno es real pero no puede explicar la guerra. El nacionalismo chovinista y la arrogancia imperial expresan los intereses estatales, la geoestrategia y las relaciones de clase, en primera instancia, pero no los crean.

Todo esto es el punto de partida del estado de ánimo contra la guerra en Gran Bretaña, que se extendió desde la izquierda a una opinión mucho más amplia en el momento de la invasión de Irak hace 20 años. Por supuesto, el contexto era muy diferente, Gran Bretaña estaba entre los agresores que invadían un estado soberano. No obstante, tenemos que dar cuenta de la incapacidad de traducir la política contra la guerra en un análisis significativo de la competencia global entre los estados, y las formas en que esto nos da información de los brotes episódicos de la guerra. El hecho de no entender que Irak y la ‘Guerra contra el Terrorismo’ son parte del camino hacia Ucrania es una característica central de la amnesia imperial que ataca la memoria histórica en el oeste.

Lo que sigue es un resumen del camino hacia la guerra, contado desde la perspectiva de los actores estatales más poderosos del sistema global: los Estados Unidos y sus aliados. Está lejos de ser una narración integral con un propósito analítico más que documental. El objetivo es examinar las motivaciones de la guerra capitalista, utilizando un análisis materialista que evita las explicaciones mezquinas y poco serias citadas anteriormente. Se centrará en el registro occidental, que se ha perdido en la memoria histórica en el oeste. La debilidad teórica de la izquierda favorable a la guerra, en parte como consecuencia de la pérdida de esta memoria, se examinará en la segunda mitad de este artículo.

América sola

Los orígenes del poder de los Estados Unidos y su interés por la confrontación entre Rusia y Ucrania se pueden encontrar antes del colapso de la URSS. Una carrera armamentista de décadas caracterizó el orden mundial bipolar después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos y la URSS compitieron por la influencia global en una Guerra Fría que con frecuencia se calentó en África, Asia y América Latina. Esta carrera armamentista plantó las semillas para el militarismo estadounidense después de 1989, disminuyendo el dominio económico de los Estados Unidos a expensas de un poder militar global. Por dar únicamente un dato: Al final de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. producía el 50% de toda la producción manufacturera del mundo. Para 1980, esto había caído al 31%, ya que los países rivales que gastaban menos en la carrera armamentista se volvieron más competitivos. Esta disminución supuso un reto difícil para el desarrollo económico de los EE.UU., en 2019 la producción de los EE.UU. ya era del 17%, muy por debajo del 29% de China.

Mientras tanto, los presupuestos militares estadounidenses se dispararon, en consonancia con la escala del declive industrial. El gasto militar había crecido a 50 mil millones (en dólares estadounidenses de valor de 1982) y luego aumentó en oleadas con enfrentamientos consecutivos de la Guerra Fría, incluida la crisis de los misiles cubanos y Vietnam. La inflación, provocada por el gasto de la guerra de Vietnam, paralizó el largo auge de la posguerra del capitalismo estadounidense y ayudó a allanar el camino para una reacción neoliberal. Sin embargo, a pesar de la retirada gradual de la protección del estado para la industria en todo el mundo occidental en este período, el gasto militar de los Estados Unidos continuó disparándose, ejerciendo una gran presión sobre la URSS. El gasto militar estadounidense alcanzó los 250 mil millones de dólares a fines de la década de 1980 y el final de la Guerra Fría.

Redefiniendo el poder global

Así, Estados Unidos salió victorioso de la Guerra Fría, con un poder militar sobredesarrollado y sin grandes rivales en el sistema mundial. Esta posición hegemónica fue reforzada por su control de las finanzas internacionales, el dólar estadounidense como moneda mundial, y una red de aliados internacionales sin otra opción que aceptar la hegemonía mundial de los Estados Unidos. No solo el gasto militar de los EE.UU. fue mayor que el todos los demás países importantes juntos, sino que la mayoría de estas potencias militares más pequeñas eran parte de la alianza de los EE.UU. Estas fortalezas militares y diplomáticas fueron complementadas por un enorme poder ideológico y cultural. La derrota de la URSS significó que las alternativas sistémicas al modo predominante del capitalismo global liderado por Estados Unidos eran prácticamente inexistentes. Estados Unidos fue, y hasta ahora sigue siendo, simplemente el imperio más poderoso de la historia mundial.

Pero esta victoria no fue perfecta. Estados Unidos estaba marcado por la disminución relativa de su posición económica competitiva. Al principio, el triunfalismo oscureció esta debilidad. Pero con el paso del tiempo, y particularmente el surgimiento de China, esta se volvería más pronunciada. El colapso de la URSS también marco el inicio del desarrollo explosivo de lo que se denominó “globalización” y la integración de muchos países, principalmente el antiguo Bloque del Este y China, más profundamente en el mercado global. Esto al inicio se presentó como una bendición para una potencia como la estadounidense que dominaba la economía global. Pero con el tiempo significó una multiplicación de competidores y una integración mutua más profunda entre ellos.

Estados Unidos se enfrentó a una paradoja: su posición económica se estaba deteriorando en relación con sus competidores, pero también tenía sobre ellos una supremacía desmesurada de armas. La solución a esta paradoja fue elegantemente simple: Usar su fuerza militar para detener su declive económico.

Una nueva doctrina de política exterior se desarrolló rápidamente en Washington para predicar el evangelio del intervencionismo. La primera Guerra del Golfo buscó corregir los reveses sufridos por los Estados Unidos en Asia occidental en décadas pasadas. La principal de ellas fue la Revolución iraní de 1979, que había privado a los Estados Unidos de un cliente poderoso. La región es crucial para la estrategia de mantener la hegemonía estadounidense a través de la fuerza debido a su riqueza petrolera y por su ubicación en el corazón de la masa continental de Eurasia.

La primera guerra con Irak se lanzó de manera oportunista tras la invasión iraquí de Kuwait. Aunque Irak fue derrotado rotundamente, la guerra no se tradujo en la obtención de un cliente estable. Al contrario, Saddam Hussein y su aparato volvieron a imponer el control en una represión sangrienta, y Estados Unidos impuso un régimen de sanciones aún más sangriento.

Aunque el estado de ánimo a favor de una postura militar agresiva en el Washington de la década de 1990 y principios de la década de 2000 era bipartidista, sus seguidores más fanáticos se encontraban en torno al movimiento neoconservador en el partido republicano. Un thinktank creado en 1997, el Project for A New American Century, fue el refugio para los principales neoconservadores y propugnaba abiertamente la necesidad de defender la hegemonía estadounidense a través de la fuerza militar. Vio a Irak como un asunto inacabado, y presionó por un cambio de régimen, formando una camarilla a favor de George Bush y de la segunda Guerra de Irak en 2003.

Esta segunda guerra logró derrocar a Hussein y su estado muy debilitado, pero no pudo establecer un gobierno pro occidental estable. Además Irán, un objetivo principal de esta guerra, salió fortalecido en Irak y en la región en general.

Las revoluciones árabes de 2011 fueron, en parte, una reacción violenta contra el orden establecido por los Estados Unidos en la región. Dictadores respaldados por Estados Unidos como Mubarak en Egipto fueron derrocados, y Rusia e Irán respaldaron a un Assad amenazado en Siria. En una carrera para influir en el resultado de los levantamientos, la OTAN, Rusia y las potencias regionales ahogaron a miles de personas en sangre. En el Medio Oriente y en todo el mundo árabe y musulmán, el fracaso de la política occidental se estaba reflejando en una nueva competencia imperial.

La nueva Europa

El colapso de la URSS a principios de la década de 1990 también significó un renacimiento del poder estadounidense y occidental en Europa. La antigua esfera de influencia de Rusia se desintegró en una ola de revolución nacionalista y se trasladó al mercado global dominado por los Estados Unidos. La reunificación de Alemania allanó el camino para la integración europea y la eventual primacía alemana en la UE.

La OTAN, nacida como una alianza de la Guerra Fría, sobrevivió a su rival, el Pacto de Varsovia. En 1994, el presidente Clinton estaba dando la bienvenida a nuevos estados miembros, impulsando la alianza hacia el este a través del continente hacia una Rusia derrotada y quebrada. El liderazgo estatal ruso reaccionó con furia, pero fue impotente para evitar oleadas de expansión hacia el este que llevaron a la OTAN a las fronteras rusas. Catorce nuevos estados miembros (excluyendo Alemania Oriental) se unieron a la OTAN entre 1990 y 2020. Todos eran ex miembros del Pacto de Varsovia y varios eran anteriormente miembros de la URSS.

Ya desde principios de la década de 1990 en adelante, muchas voces del estado y de las agencias de seguridad de los Estados Unidos advertían de que la expansión de la OTAN podría inflamar las tensiones y finalmente provocar la guerra. Pero la expansión sirvió a los intereses estadounidenses y aliados de maneras clave. Marginó a Rusia, durante mucho tiempo su mayor competidor, por la influencia en Europa. Fortaleció el proyecto estadounidense y occidental para la hegemonía sobre la masa continental de Eurasia, y mantuvo en su lugar a una resurgente Alemania.

El surgimiento de Putin supuso una estabilización de la disminución de Rusia después de la Guerra Fría (y no no solo eso, Rusia seguía decreciendo en muchos indices, solo que más lentamente). Putin primero estabilizó internamente a Rusia por medio de la brutal segunda Guerra Chechena (que se festejó en el Oeste en su momento), antes de centrar su atención en la reconstrucción de la influencia rusa en su cercano extranjero. Al principio, Putin buscó distensión con el oeste, pero esto se desvaneció con la creciente beligerancia de la OTAN y de occidente.

En 2008, los procesos gemelos de expansión de la OTAN y estabilización relativa rusa se encontraron en la guerra. Una cumbre de la OTAN en Bucarest prometió una eventual entrada en la OTAN a Georgia y Ucrania, marcándolos como una clara amenaza para Rusia en el futuro, pero dejándolos indefensos mientras tanto. Solo unos meses después, Rusia derrotó a Georgia en un conflicto de cinco días.

Sin inmutarse, la OTAN y la UE continuaron su expansión. La disputa entre las facciones pro-rusas y pro-occidentales de la élite ucraniana explotó en las calles en la Revolución Maidan. Después de que un gobierno amigo de Rusia fuera depuesto, las tropas rusas tomaron Crimea para asegurar el acceso al Mar Negro, y estallaron combates entre las fuerzas ucranianas y los separatistas de habla rusa en el este y sur de Ucrania. El escenario estaba listo para la guerra de 2022.

La naturaleza de la geoestrategia bajo el capitalismo

Estos diferentes teatros (además de los de América Latina y el Pacífico, aunque estos están más allá del alcance de este artículo) demuestran la escala sangrienta y la sofisticación del intento global de apuntalar el dominio imperial de los Estados Unidos, en un momento en que sus mandarines anticipaban imperialismos rivales. Muchos de estos mandarines, desde New American Century hasta la corporación Rand, han hablado con una franqueza sorprendente sobre el proyecto. El curso de los acontecimientos históricos ha sido oscuro y está sujeto a malas interpretaciones. Esto requiere alguna explicación.

Muchos en la izquierda han cometido el error crucial explicar las guerras en Irak y la Guerra contra el Terrorismo en general como esencialmente guerras de “rapiña” o ‘”con fines de lucro“. El perfil de algunas grandes corporaciones estadounidenses vinculadas a los neoconservadores en la Guerra de Irak, como Haliburton, indica hasta qué punto la izquierda compró esa visión instrumentista de la guerra. Interpretar estrechamente el ingenioso y muy efectivo eslogan “No War for Oil ” significa en realidad “No war for corporate“. Esta actitud sostenía que las guerras son conducidas por conspiraciones de élite de base estrecha. Esta actitud encontró un espejo en los primeros meses de la invasión de Ucrania, cuando intelectuales abandonados como Gilbert Achcar acusaron a Rusia de llevar a cabo una guerra de “rap” literalmente una guerra de robo. Un encuadre común para la guerra ha sido evaluarlo como uno de “colonialismo” ya sea un intento de ocupar y erradicar permanentemente la nación ucraniana con el propósito de explotación directa, o un aplastamiento y apropiación de la riqueza mineral o agrícola ucraniana.

Esta comparación es lo suficientemente potente como para que cualquier desviación significativa de la misma de como resultado una reducción catastrófica de los resultados. Perder posiciónes ante sus competidores y, con ello, la actividad económica, los ingresos, la estabilidad y el alcance estratégico es un círculo vicioso. Los estados capitalistas importantes no pueden dejar de competir.

Los dos actores principales en la guerra actual, los aliados occidentales (la OTAN) y Rusia, han emprendido una sofisticada estrategia militar en este sentid. La invasión de Irak fue, como ya se ha dicho, una intervención para servir a varios fines en una región vital. De hecho, uno era apoderarse de los campos petroleros. Y aunque se obtuvieron ganancias y la riqueza simplemente se saqueó, el objetivo principal era el control del petróleo como un activo estratégico. La guerra impediría el acceso chino a los mercados iraquíes y regionales, un intento de reducir el surgimiento de este importante competidor. En realida el fracaso del poder estadounidense en Irak ha supuesto la invasión de las inversiones chinas en el país durante estos últimos años.

Los intereses rusos en Ucrania tienen una larga tradición, (los objetivos geoestratégicos pueden ser “pegajosos” las salidas marítimas, los puntos de estrangulamiento y las cadenas montañosas mantienen su importancia a lo largo del tiempo. Durante cientos de años, Rusia ha buscado tanto un colchón entre ella y sus competidores europeos, como un acceso seguro al Mar Negro, a menudo frente a ostilidad occidental. Sin el Mar Negro, Rusia pierde su capacidad de proyectar influencia tanto en la región del Mar Negro como en el Mediterráneo, con los mercados del sur de Europa y Oriente Medio. Si perdiera el poder naval en el Mar Negro, Rusia entraría en un profundo declive y su carácter de potencia mundial habría terminado.

La confusión de la izquierda.

Entender la guerra como una simple extensión del saqueo capitalista es una muestra de la profunda confusión de gran parte de la opinión de la izquierda. Es una imagen falsa del capitalismo, arraigada en las condiciones históricas de los años noventa y 2000.

Es una concepción absurdamente simplista y estrecha de las guerra capitalistas. Los principales estados capitalistas (y las alianzas de dichos estados) no solo reproducen las funciones lucrativas o dicho de otro modo, acaparadoras de las masas de capital. Sino que se convierten en promotores atractivos del capital actuando semiautónomamente desde él. En igualdad de condiciones, los estados con fácil acceso a recursos y mercados, así como con los medios estrategicos suficientesen (aliados fuertes, la capacidad de proyectar ese poder duro y blando, la coherencia interna y la estabilidad de clase) tendrán éxito en atraer y crear oportunidades para el capital y construir economías capitalistas fuertes. Los estados que no sean competitivos en estos términos no tendrán tanto éxito.

La globalización, tan característica del aumento de la hegemonía del poder de los Estados Unidos y la derrota de sus rivales, se reimaginó como un triunfo de los mercados sobre el poder estatal. El desarrollo muy real del transnacionalismo, con su deslocalización del poder de élite hacia instituciones como los organismos comerciales y las alianzas militares, y una disminución de la democracia nacional-estatal, se interpretó como ambiguo, o incluso hasta positivo, marcando así el comienzo de un orden mundial posnacional.

En la concepción predominante, el capitalismo es visto como una fuerza incorpórea que impone su voluntad a las instituciones políticas ajenas al capitalismo en sí. Por tanto, en esta era, todo, desde la UE hasta las ONG, las industrias restantes del sector público en el oeste hasta varios gobiernos latinoamericanos, se consideran no solo fuera del entramado capitalista, sino las semillas de una alternativa existente, que ya vive junto al capitalismo.

Este capitalismo de mercado tenía un parecido obvio con el capitalismo ideado y promovido por el liberalismo económico imperante. Los campeones del neoliberalismo, que buscaban una reforma pro mercado, también moldearon la propiedad pública, los gobiernos de desarrollo en la periferia global y cualquier institución que buscara la regulación de los mercados como cadenas socialistas en el desarrollo capitalista.

Detrás de las ideologías de izquierda y derecha neoliberal, el capitalismo real estaba compuesto precisamente por instituciones estatales y transnacionales, profundamente interpenetradas con capital y mercados. Como este verdadero capitalismo estaba oscurecido, también lo estaba cualquier concepción significativa de la rivalidad del estado capitalista.

“Si bien fue fácil estar en contra de George W. y los neoconservadores en este momento unipolar, no siempre fue fácil discernir analíticamente las causas profundas de cosas como la guerra contra el terror “.

“ Una minoría de nosotros argumentó que el estado y el imperialismo seguían siendo una cosa, y que el hecho de que ahora viviéramos en un momento unipolar no significaba que el estado fuera irrelevante o que los retadores a esta orden no aparecieran en última instancia. De hecho, argumentamos que la guerra en Irak no fue el resultado del pensamiento neoconservador, sino un vuelo mal organizado hacia adelante para evitar la aparición de desafíos a la hegemonía estadounidense. ”

Leandros Fisher.

Este engaño ha sufrido numerosas conmociones en las dos décadas posteriores. La crisis financiera de 2008 demostró la relación contradictoria y destructiva entre el capital financiero y el estado nación. El brexit y el auge del populismo indicaron la inestabilidad del transnacionalismo. Este último ha sido recibido histéricamente por muchos en la izquierda que no estaban dispuestos a abandonar las ilusiones en un capitalismo mundial ‘ posnacional ’. La reaparición de los desafíos de algunos estados a los EE.UU. Ha provocado que esta misma circunstancia proyecte en Rusia, y cada vez más en China, las características del sistema mundial en su conjunto, y especialmente su poder de liderazgo.

La separación arbitraria de la economía y la política es una vieja característica del pensamiento primitivo anticapitalista. Ha sido reorganizado y recargado por la victoria de los Estados Unidos en la Guerra Fría, y ahora se aferra obstinadamente a la conciencia de izquierda. Por cada defensor de la guerra de poder en Ucrania (y antes de los bombardeos de Libia y Siria), hay muchas más personas que han llegado a ver la política como simplemente secundaria. Tanto los partidarios vehementes de la guerra como los ambivalentes comparten una comprensión distorsionada del sistema capitalista como dividida entre la economía capitalista y las características políticas no capitalistas del sistema, algunos progresistas y otros reaccionarios.

El pensamiento moral y cultural de la izquierda también refleja la ideología del establishment. La mutación de la doctrina de la “intervención humanitaria” es una señal del daño causado a ese concepto a través de su despliegue en Afganistán e Irak. Pero en lugar de desaparecer, las ideas de guerras progresistas han cambiado su enfoque de las afirmaciones universalistas de difundir la democracia y los derechos humanos, a las afirmaciones particularistas sobre la justicia nacional y étnica. Como argumentó el sociólogo ucraniano Volodymyr Ishchenko: “La descolonización (de Ucrania) se convierte en una versión de la política de identidad nacional, es decir, una política centrada en la afirmación de pertenecer a un grupo esencial particular, que proyecta una experiencia compartida proyectada ”

Así es como la guerra por el territorio ha pasado de ser visto como el desperdicio más obsceno de la vida humana (como en los relatos populares de la Primera Guerra Mundial) al objeto más noble de la guerra. Las demandas en Occidente se centran en la restauración de las fronteras ucranianas de 1991 (y en Rusia en la restauración de una Ucrania rusa). En comparación, la guerra por los derechos humanos suena cínica y poco realista. La política de sangre y suelo ha regresado a Europa, y es elogiada en muchos puntos del espectro político. En lugar de denunciado, en partes de la izquierda está vestido con el lenguaje de la autodeterminación nacional y tratado como otro tótem sagrado de alguna manera distinto de la lógica de la competencia militar y geoestratégica capitalista.

Las guerras que vendrán.

Como ya se dijo, las actitudes de gran parte de la izquierda moderna son producto del momento unipolar y su ruptura incremental. También reflejan las ideologías prevalentes del sistema, tanto la teoría neoliberal del capitalismo de mercado como las ideas sobre la liberación y la libertad a través de la guerra.

Otro ingrediente es necesario para explicar el apoyo liberal y de izquierda a la guerra (y sin olvidar que todavía hay una izquierda organizada contra la guerra y un elemento mucho más amplio de la población que es generalmente escéptico de la política exterior occidental). La desmoralización general de la izquierda y su pérdida de creencia en hacer un desafío significativo al poder establecido se cierne sobre todo el debate sobre la guerra.

Es naturalmente más fácil defender una política contra la guerra cuando hay un poderoso movimiento laboral capaz de detener las políticas de guerra y aprovechar los reveses militares en casa. La retirada de partes de la izquierda detrás de las políticas de sus propios estados, se vio facilitada en el Oeste por reveses como el colapso de los proyectos Sanders y Corbyn. Las lecciones extraídas de estas derrotas parecen incluir la sensación de que los problemas políticos divisivos están más allá del alcance de la participación útil.

Estas deficiencias deberán superarse. La guerra que actualmente se desata en Europa, a un costo humano tan terrible, es solo el precursor de una lucha desesperada por la hegemonía en Asia que bien puede definir el siglo XXI. Rusia ya aparece abiertamente en las discusiones de los pasillos del poder como un problema que debe resolverse para permitir un nuevo pivote hacia el Mar del Sur de China, donde está surgiendo un rival mucho más poderoso. En el primer aniversario de la invasión de Ucrania, el pánico se extendió en las capitales occidentales sobre China supuestamente ofreciendo suministros militares al arsenal ruso. Esta competencia geoestratégica más amplia no puede obstaculizarse respaldando a un rival u otro. Debe ser combatida desde dentro de cada campo armado. Una apreciación clara de las motivaciones, métodos y estrategias de los poderes es esencial para construir esa oposición.

Artículo de David Jamieson publicado en la revista digital escocesa CONTER.



Utzi erantzun bat

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Aldatu )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Aldatu )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Aldatu )

Connecting to %s

niri buruz

Katalana jaiotzez, orbatarra hazkundez, goierritarra adopzioz. Beti iruinsheme. Denetaz harro. Ezertaz ere ez naiz damutzen. Batzuetan kontraesankorra. Inkontsekuentea inoiz ez.

buletina

%d bloggers like this: