LA GRAN ESTAFA.

BlackRock se compra un país.

BlackRock es el arquetipo del neoliberalismo salvaje y la personificación de sus valores: El monopolio, la acumulación del capital y la reducción de cualquier producto o bien a su valor monetario (financiarización). Lidera una nueva forma de capitalismo, que si bien hereda del clásico su apego a los monopolios como modo de manejar los mercados, aporta como novedad una visión holística y largoplacista en sus inversiones. Eso le permite administrar los tiempos para cabildear en los mercados globales de manera que los vientos geopolíticos siempre sean de un modo u otro favorables a sus intereses. Su valor aproximado en 2023 alcanzaba los 8,6 billones de dólares, más de dos veces el PIB de Alemania, seis veces el de España y aproximadamente el 60% del de toda la Unión Europea en su conjunto.

El valor aproximado de BlackRock en 2023 alcanzaba los 8,6 billones de dólares, aproximadamente el 60% del PIB de toda la Unión Europea.

Financiarización. Todo se reduce a un precio.

BlackRock es también la herramienta utilizada por la FED (Reserva Federal norteamericana) y el FMI para gestionar el sistema de rescates salvajes (salvatajes) y el principal acreedor de la deuda del Sur Global. Sirva como muestra su papel en la crisis de deuda argentina y sus maniobras en la sombra para colocar al frente del país a un personaje como Milei.

BlackRock figura como accionista en todos los gigantes del complejo militar-industrial americano, así como en todas las grandes corporaciones y grupos mediáticos. Esos mismos grupos mediáticos que hace poco salieron en tromba a negar la conexión de Pfizer, la farmacèutica que inundó Europa con 4.600 millones de vacunas, con Orgenesis, la empresa que paga al marido de Úrsula von der Leyen. Pues bien, BlackRock es esa conexion, es junto con su alter ego Vanguard la accionista mayoritaria en ambas empresas.

En España, BlackRock está presente en más de la mitad de las compañías que cotizan en bolsa, incluidas las 35 del Ibex. En todas. El gobierno «social comunista» español tampoco es ningún problema para BlackRock. Hace pocos días le compró un edificio público en el que construirá 153 viviendas de lujo en el centro de Madrid. Y es que según un informe del Wall Street Journal, BlackRock es uno de los fondos de inversión que más distorsión causan en el mercado inmobiliario, emplean enormes cantidades de dinero en la compra de inmuebles, públicos y particulares, incluso de barrios enteros, para elevar los precios de la vivienda. El objetivo es dificultar su compra y convertir así en inquilina a casi toda la población. Eso incluye la expulsión de las clases más humildes de los centros históricos para convertir estos en parques temáticos de ocio para las clases privilegiadas.

En España BlackRock está presente en más de la mitad de las compañías que cotizan en bolsa, incluidas las 35 del Ibex.

Una de las puertas giratorias habituales de los ex cargos de BlackRock suele conducir directamente a la  Casa Blanca. Actualmente son tres los ex directivos de BlackRock con despacho en la Casa Blanca: Wally Adeyemo, subsecretario del Tesoro; Eric van Nostrand, asesor principal sobre cuestiones económicas relacionadas con Rusia y Ucrania y Mike Pyle, asesor económico de Kamala Harris. Entre los otros ejecutivos de BlackRock figuran varios oficiales retirados de la CIA, y la propia empresa financia el fondo de capital riesgo In-Q-Tel creado por la Agencia Central de Inteligencia y dedicado a invertir en compañías vinculadas a tecnologías clave para el desarrollo de actividades de inteligencia.

Firma del acuerdo, 4 de Mayo de 1923
Imagen: Oficina Presidencial de Ucrania

En septiembre de 2022, New York Times informaba de las negociaciones entre Larry Fink, consejero delegado de la corporación BlackRock, y el presidente Zelensky con el objetivo de crear un fondo de reconstrucción del país. Dos meses después se firmó el llamado Memorandum de Entendimiento (MoU), que establecía los sectores prioritarios en los que se centraría el esfuerzo inversor y financiero: energía, infraestructuras, agricultura, industria y tecnologías de la información

En mayo del año siguiente fue el vicepresidente de BlackRock, Philipp Hildebrand, el que firmó con el Gobierno Ucraniano el acuerdo para la creación del Fondo de Desarrollo de Ucrania (UDF), institución financiera que se dedicaría a gestionar la reconstrucción del país una vez acabada la guerra.

Eran tiempos optimistas en los que las esperanzas de una contraofensiva exitosa del ejercito ucraniano y la seguridad de un apoyo militar y financiero de los países occidentales durante todo el tiempo que fuese necesario, animaron a la sociedad de inversión americana a apostar por la victoria ucraniana y con ella por beneficios fabulosos.

Por su parte, los cálculos de Kiev pasaban por que, tras todo el enorme esfuerzo belico y posterior reconstrucción del país, la gigantesca factura que tras la guerra quedaría por pagar, sería abonada con los capitales rusos incautados por los países occidentales y las indemnizaciones de guerra que Rusia se vería obligada a pagar tras la firma del acuerdo de paz. Eso es lo que les prometieron cuando en marzo de 2022 les convencieron para no firmar en Estambul el acuerdo de paz al que ucranianos y rusos habían llegado tras unas dramáticas negociaciones.

Han pasado dos años y ese escenario, incierto pero optimista, se ha complicado mucho. Tras el fracaso de la contraofensiva, el ejército ucraniano lleva meses de una lenta pero constante pérdida de posiciones en el terreno bélico, empeñando incluso sus mejores unidades en aventuras suicidas para intentar llevar el conflicto al corazón de Rusia. Los fondos del gasto corriente ucraniano son completamente dependientes de la ayuda exterior (FMI) y la confianza en el apoyo de los gobiernos occidentales ya no es la misma. A eso se suma el temor a que la victoria de un candidato tan imprevisible y ciclotímico como Trump ponga fin al apoyo americano y con él al de sus fieles satélites de la UE.

Todo hace pensar que el fin de la guerra se acerca, pero que el escenario no será el dispuesto. Que Ucrania se verá obligada a aceptar una durísima (y no negociable) oferta de paz rusa, que incluirá cesiones territoriales que serán mayores cuanto más se posponga el final.

Una vez terminada la guerra, para evitar su desaparición como país o su conversión en un protectorado ruso, Ucrania se convertirá en un país hipotecado por los buitres financieros occidentales.

Kiev pagará sus deudas (que nadie dude de que no habrá quita) y lo hará pasando a ser propiedad del capital transnacional. El punto final se sustanciará con la ejecución de la deuda y la transmisión de todos los activos principales del Estado ucraniano, Incluyendo, ferrocarriles, tierras negras (*), Metinvest (Siderurgia y minería), DTEK (energía), MJP (agricultura), Naftogaz (Hidrocaburos), Ukravtodor (Autopistas) o Ukrenergo (redes electricas) a las empresas tenedoras de la deuda ukraniana.

(*) El rico y fértil suelo de Ucrania es conocido como tierra negra o “Chornozem”. El área agrícola utilizada cubre el 70% de las tierras de cultivo, o cerca de 42 millones de hectáreas, y es capaz de alimentar a 500 millones de personas. El país, con sus 46 millones de habitantes, tiene por tanto un potencial considerable para producción, procesamiento, consumo y exportación de productos agrícolas y orgánicos. Es ya uno de los países líderes en el sector agrícola y puede alcanzar la consideración de «vena verde» en el corazón de Europa.    (El karma de Ucrania. Facultad de Derecho-Relaciones Internacionales de la Universidad de Navarra.)

Esto supondrá también la intervención de las cuentas de la deuda publica ucraniana, cercana actualmente a los 120.000 millones de euros, el 81% de su PIB. Eso sin contar la deuda proveniente de las «ayudas» del FMI, otro 70%, lo que deja la deuda total en niveles de insolvencia.

La corrupción en Ucrania, condición indispensable.

Todo este escenario no hubiera sido posible si no estuviéramos hablando de un país corrupto hasta sus cimientos. En la negociación de los acuerdos están implicados funcionarios acusados en varias ocasiones de corrupción, como Valeria Góntareva, exjefa del Banco Nacional de Ucrania, Natalie Yaresko (ciudadana estadounidense) ex funcionaria del Departamento de Estado americano y exministra de finanzas de Ucrania y un siniestro personaje: Viktor Pinchuk, yerno del expresidente Kuchma y fiel guardián de los intereses de George Soros en Ucrania.

La reconstrucción de Ucrania no será anunciada como ayuda humanitaria sino como «una gran inversión». Pero ni siquiera eso será cierto. En realidad el plan de «reconstrucción» se limitará a garantizar la seguridad de todas las inversiones que pasarán a manos del capital transnacional una vez ejecutadas las garantias.

Y de eso se encargarán personajes como el citado Eric Van Nostrand, que actualmente desde el Departamento del Tesoro es, entre otras cosas, el responsable de imprimir todo el papel que en en EEUU tiene algún valor, desde billetes hasta sellos de correos.

Es el ciudadano medio europeo o norteamericano el que está pagando a BlackRock a través del Gobierno de Zelenski por la elaboración de una hoja de ruta que garantiza sus propias inversiones.

Para cerrar el circulo vicioso de esta estafa de alcance global, todo el dinero con el que el Gobierno ucraniano está pagando este servicio de asesoramiento de BlackRock proviene, no de las arcas públicas ucranianas, que se agotaron hace ya tiempo, sino de los impuestos pagados por los ciudadanos de las principales democracias occidentales.

En suma: es el ciudadano medio europeo o norteamericano el que está pagando a BlackRock a través del Gobierno de Zelenski por la elaboración de una hoja de ruta que garantiza sus propias inversiones.

Una estafa de tales proporciones no sería posible sin la complicidad de los mandatarios estadounidenses, evidentemente engrasados por los lobbies del complejo militar-industrial americano, y sin el cobarde servilismo o la apatía de la mayoría de los políticos europeos.

Y el broche final: cuando todo esto termine la UE abrirá sus amorosos brazos y Ucrania pasará a ser el miembro 28 de la comunidad, con ello Estados Unidos, indirectamente, será el propietario de uno de los países miembros de la Unión Europea. ¿Distopía?, todavía no hemos visto nada.

@gukgeuk 240905


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