HOLA ESPAÑA, TENEMOS QUE HABLAR.



«Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?” (Isabel Diaz Ayuso)

El primer borrador constitucional de la UCD, inspirado en la estructura territorial italiana, preveía una configuración autonómica de dos niveles: tres estatutos de inspiración federal para Galicia, Cataluña y País Vasco (se daba por seguro que Navarra formaría parte de esta última) y una amplia autonomía meramente administrativa y sin ningún tipo de órgano legislativo para el resto de comunidades del país. Resumiendo: tres estatutos filo-federales y otras catorce regiones sin parlamento. Ese era el plan.

Pero había un problema: los líderes regionales de la UCD, del emergente PSOE y un número creciente de políticos locales procedentes del extinto Movimiento Nacional; no podían resignarse a medrar en meras regiones de segunda sin ninguna capacidad legislativa; y así empezaron a oírse voces de «¿y nosotros, qué?», «¡nosotros no somos menos que ellos!». Como luego veremos esto último acabó plasmado en una de las estrofas del sarcástico himno de la Comunidad de Madrid.

Así nació el celebérrimo «café para todos» concebido por el ministro Clavero Arévalo, y regiones que nunca se habían planteado acceder a la autonomía y dormitaban en el plácido estanque de la uniformidad, despertaron de la noche a la mañana a la fiebre autonomista. Básicamente para satisfacer las ambiciones de algunos lideres locales y a los del extinto Movimiento Nacional, que de otro modo hubiesen tenido un futuro difícil como simples políticos de provincias.

«Madrí»,…, abrazó el credo autonomista y, con la fe del converso, se inventó de la nada un himno y una bandera y devino en Comunidad de Madrid.

Por otra parte, ese diseño territorial podría haberse creado con criterios históricamente más razonables, como la devolución foral a los territorios de la Corona de Aragón, despojados de sus derechos históricos por el primero de los borbones. O el reconocimiento del histórico Reino de León, al que se obligó, a pesar de las protestas de los leoneses, a incorporarse a Castilla.

Mapa político de la península Ibérica publicado en 1888 en Londres en la obra "Old and New Spain". Aparecen los países de la Corona de Aragón bien definidos, el viejo Reino de León y las dos Castillas, con Madrid incrustado en la manchega.  Autor: Field, Henry Martyn
Mapa político de la península Ibérica publicado en 1888 en Londres en la obra «Old and New Spain«. Aparecen los países de la Corona de Aragón bien definidos, el viejo Reino de León y las dos Castillas, con Madrid incrustado en la manchega.  Autor: Field, Henry Martyn

Pero no. Se optó por la creación ex novo de autonomías artificiales en regiones como Rioja, Cantabria o Murcia, que nunca habían exteriorizado mayor interés en autogobernarse. Todo en función de los anhelos personales, filias y fobias de esos políticos de segunda fila.

Que decir de Madrí, el arquetipo perfecto del centralismo español, que de repente y ante el asombro de muchos, abrazó el nuevo credo autonomista y, con la fe del converso, se inventó de la nada una bandera y un himno (*) …y devino en Comunidad de Madrid.

Con el tiempo llegaron a registrarse episodios aún más chuscos, como esa disposición adicional segunda del Estatut de la Comunitat Valenciana, aún en vigor, que reclama para ella «cualquier competencia de otra comunidad, (léase Cataluña), que su propio estatuto no recoja«. La envidia como máxima aspiración autonómica. Nada raro en esta España en la que, junto al orgullo y el honor, la envidia es uno de sus valores nacionales más arraigados.

Según algunos, la solución tiene nombre y apellidos, se llamaría Estado Federal y se apellidaría Asimétrico. Pero, merced a los ya mencionados valores nacionales, es el apellido lo que más reticencias ocasiona entre los responsables políticos, esa asimetría que algunos interesadamente traducen como desigualdad, es EL PROBLEMA. El mismo que al otro de los Pirineos: confundir égalité con uniformité.

(*) El indescriptible Himno de Madrid recuerda a una marcha de Semana Santa. Entre otras cosas proclama perlas como estas: «Cada cual quiere ser cada una; no voy a ser menos» o «¡Viva mi dueño, que solo por ser algo soy madrileño!». Como era de esperar, raramente se interpreta y nunca se canta.

Más de 40 años después, en junio de 2018, Pedro Sánchez, mediante una moción de censura, accedió a la Moncloa. Desde entonces, el Congreso ha votado hasta 7 veces su candidatura a renovar el cargo y solamente en 2 ocasiones el resultado ha sido positivo. En ambas gracias al apoyo decisivo e imprescindible de todas las diversas fuerzas políticas periféricas, nacionalistas o no. Y a día de hoy la gobernabilidad del país sigue dependiendo de ellas.

En 2019, con la pérdida del granero del voto andaluz y, merced al apoyo socialista al 155, con los votos de los catalanes en horas bajas, la supremacía socialista en las filas de la izquierda quedó en entredicho, agudizando así esa dependencia. Desde entonces, en la agenda política, la cuestión territorial ha sido tema preeminente en las distintas negociaciones de investidura.

Mientras, de cara a su difícil equilibrio interno, el PSOE mantiene en la ambigüedad su diseño territorial, con tímidas apelaciones que van, según el caso, desde el Estado Autonómico actual sin más desarrollo, hasta la República Federal. Mientras entre el resto de socios el abanico de la oferta territorial es mucho más amplio: federalismo, confederalismo, soberanía pactada, DUI, desarrollo autonómico hasta las últimas consecuencias, y más.

[las derechas] «se atrincheran en las Comunidades Autónomas que gobiernan, las mismas que si pudieran disolverían como un azucarillo en la taza del «café para todos», y así volver a recentralizar simétricamente el país

En el otro lado del mostrador, las fuerzas de la derecha centralista (con el patético apoyo de UPN) y después de fracasar en su intento de acceder al gobierno por medio de las urnas, no descartan hacerlo pateando directamente el tablero de juego. Mientras, se atrincheran en las Comunidades Autónomas que gobiernan, las mismas que si pudieran disolverían como un azucarillo en la taza del café para todos para así volver a uniformizar el país. Y en medio de todo este campo de batalla, la derecha ha plantado su cuartel general: la Comunidad de Madrid.

A la espera de la resolución del modelo de estado (Monarquía o República) que más pronto que tarde deberá abordarse también y que no tendría por qué afectar al modelo territorial, la solución se antoja difícil por no decir imposible. Podríamos decir que el problema al que se enfrenta el Estado Autonómico es de matemáticas elementales: entre las fracciones que sustentan este gobierno no existe un mínimo común denominador. Un mínimo acuerdo para establecer a medio y largo plazo la evolución del ya agonizante Estado Autonómico antes de que las fuerzas de la España eterna consigan asaltar el poder y reducir el modelo a cenizas.

El equilibrio de las fuerzas que apoyaron la investidura de Sánchez nunca ha tenido una base sólida. Para el PSOE es un intento de volver al poder que el sistema bipartidista le negaba tras la pérdida de su hegemonía en el conjunto del Estado. PODEMOS/SUMAR aspiraba en su origen a asaltar esa posición de preeminencia en la izquierda española, con un plus social en su portfolio, las fuerzas periféricas por su parte siempre esperan al momento en que su escasa minoría sea necesaria para que a uno de los mayoritarios le sea imprescindible su apoyo. Sin embargo esta endiablada matemática parlamentaria es fructífera, lo es en el sentido de que todos encuentran en el apoyo al gobierno un aliciente para arrimar el hombro, aunque solo sea evitar el retorno de la derecha recentralizadora. Pero eso no evitará su retorno a medio plazo. Tarde o temprano alguno de los puntales del gobierno (el más débil o el más oportunista) cederá, y todo el entramado se vendrá abajo.

Hasta ahora el PSOE, que se ha convertido en un experto en nadar en las aguas revueltas de sus competidores, sigue aprovechando la corriente. Apoyándose en ellos en algunos casos, brindándoles su apoyo en otros e incluso embarrando el campo si hiciese falta, usando el Manual de Resistencia del presidente como mapa y brújula de su camino, resistir es su estrategia. «Resistir es vencer» era también el lema de Ernest Shackleton y durante gran parte de su vida lo siguió, generalmente con buenos resultados y a cambio de ir dejando a muchos por el camino, pero la resistencia no puede ser indefinida, tampoco lo fue para Shackleton.

Apostarlo todo a la incapacidad del adversario y a la fidelidad de los compañeros de viaje no parece una buena estrategia. Básicamente porque es posible que estos compartan una parte de ese trayecto pero su destino seguramente no será el mismo. Por otra parte tampoco resuelve el asunto de la crisis territorial, malamente se puede resolver un problema sin acudir a la raíz del mismo y perpetuarlo apoyándose en los que lo denuncian tampoco lleva a ningún lado. No mientras el problema territorial no sea resuelto y para ello los socialistas son los únicos que tiene la herramienta adecuada: su centralidad.

(**) «40 URTE ETA GERO HAU!» Fue el lema de cierta fuerza política de izquierda vasca frente al referéndum de la Constitución de 1978, para expresar con un NO su rechazo al texto sometido a consulta, presentando a este como insuficiente para las aspiraciones nacionales y sociales del pueblo vasco. En 1993 los restos de dicha fuerza acabaron disolviéndose en el PSE.

«Y así Madrid se ha convertido en un agujero negro que lo devora todo, una fuerza centrípeta que está despoblando las dos Castillas. De momento. Detrás irán Extremadura, Galicia, Aragón y todo el Levante bajo la condescendiente mirada de esa Nueva Castilla en que el PP ha convertido Andalucía. Mientras acusa a las Comunidades Forales de insolidarias y a Cataluña de todos los males del sistema.«

El único modo de recuperar y preservar esa soberanía es arrancarla de las manos de sus actuales albaceas (grandes empresas, bancos y grupos mediáticos, todos mayormente en manos de los mismos propietarios), y ponerla en manos de los distintos pueblos del Estado, en base a una nueva organización territorial en donde cada uno de ellos ejerza de custodio de su propia soberanía y de garante de la común.

El problema no es Cataluña, ni Navarra, ni Euskadi, sino la Comunidad de Madrid con su capital a la cabeza. Desde que en 2003 el PP accediese a la presidencia de la Comunidad tras el Tamayazo, el ultraliberalismo, que pilotaba el Partido Popular desde que Fraga refundase la derecha en el 89, ante su incapacidad de controlar las comunidades periféricas del Estado, (además de las comunidades históricas, Andalucía y Extremadura aún eran firmes baluartes socialistas), cambió su estrategia y se afanó en controlar todo el país desde su recién conquistada metrópoli madrileña. Aceleró el crecimiento de la Comunidad en base al modelo extractivista de los recursos de todo el Estado con Madrid capital como modelo referencial. Un modelo disfuncional, basado en la economía especulativa, no productiva, e incompatible con el resto de comunidades, que solamente puede sostenerse a costa de la explotación filocolonial de estas.

Detrás de la imagen de Madrid como capital política, cultural e icónica del Estado se esconde otro Madrid: el de los negocios oscuros. Más del 10% de las empresas de la Comunidad son empresas cascarón, existen más de 55.000 (cincuenta y cinco mil) empresas opacas sin actividad económica real, utilizadas normalmente para, en el mejor de los casos, el lavado de dinero y la evasión fiscal, y en el peor por organizaciones criminales para actividades mafiosas. Este segmento de Shadow Economies o economías paralelas, supone cerca de un 20% de los recursos del Estado y es una parte fundamental de ese «motor económico» del que tanto le gusta alardear a la presidenta madrileña.

Este es el elemento diferencial de la economía de la Comunidad, este y la explotación ventajista de esa posición de privilegio respecto al resto de Comunidades del Estado. La comparación con otra comunidad similar, no dopada con el marchamo de capitalidad del Estado, no la aguanta ningún papel:

CATALUÑAMADRID
POBLACION RELATIVA16%14.3%
EXPORTACIONES25.1%10.6%
INDUSTRIA22.5%9.9%
COMERCIO DE BIENES22.8%8.9%
TURISMO23.1%8.6%
Una Comunidad que ni siquiera es la más grande ni la más poblada del país, que a duras penas supone una décima parte de la demografía, y aún menos del PIB del Estado Español, se ha convertido en la Metrópoli (en el sentido más colonial del término) que controla y abduce todo su esfuerzo nacional.

Madrid es nuestra Holanda interior, paraíso fiscal de empresas y grandes fortunas. Sede de gigantes económicos, como Endesa, que ni siquiera tienen clientes ni ventas en la Comunidad de Madrid, pero que se refugian en ella para disfrutar de la «Libertad para las Empresas»…sin conciencia social. Madrid, Villa y Cortijo de las 200 familias que, con escasa mutación, controlan el país desde tiempos de Felipe V.

El PP ni siquiera se ha molestado en proveerse de líderes solventes. Uno detrás de otro, Aguirre, Rajoy, Cifuentes, Casado, Feijoo ahora… a pesar de su escasa o nula capacidad, han ido sucesivamente apareciendo como las caras visibles de la derecha española, manteniendo la ficción de pluralidad en este teatrillo de pluripartidismo, mientras desde detrás de las caretas un grupo de Arcontes, alérgicos a cualquier control democrático, marcan los pasos y controlan los tiempos del país gracias al férreo control de los medios.

Detrás del folclórico polichinela de Ayuso se esconde una estirpe de manipuladores sociales cuyo único objetivo es la acumulación irresponsable de poderes financieros y políticos.

Una estirpe que no reconoce territorios ni poderes públicos. Hasta el punto de que Madrid se ha convertido en su primera víctima, en la capital de un estado cuya soberanía está en declive ante la pujanza de los poderes mediático-financieros que controlan todo. Una marioneta ahora en el éxtasis de su popularidad que, una vez cumplido su ciclo, será abandonada como un juguete roto para dar paso al siguiente títere. Tendrá suerte si cae de pie. ¿Alguien lo duda?

Los poderes ocultos detrás de la política. Imagen: Ángel Boligán

El dilema del Partido Socialista es de difícil salida. Por una parte él es uno de los factores del Estado Autonómico, ese que él también ayudó a poner en pie y gracias al cual alcanzó la cumbre de su poder incluso con mayorías absolutas. Ha gobernado, de una manera u otra, en todas y cada una de las Comunidades Autónomas (algo que el PP no puede decir). Pero desde mediados de los 90 deambula en continuo retroceso, con puntuales picos de recuperación, y siempre gracias a la muleta de los periféricos. Pero sabe, a estas alturas ya lo debería saber, que ese modelo está agotado y que más pronto que tarde serán desalojados… y para mucho tiempo.

Sabe también que este modelo territorial se diseñó para un país que ya no existe. Que ya ha estado varias veces al borde del abismo, hasta el punto de que para su supervivencia ha obligado al Estado a  encarcelar disidentes, cerrar medios de comunicación, remover cloacas, incluso evitar por la fuerza que millones de ciudadanos acudiesen a votar. Y evitarlo literalmente, a palos. Unas imágenes que perseguirán para siempre el recuerdo de este régimen agotado.

[El PSOE] sabe también que este modelo territorial se diseñó para un país que ya no existe.

La metamorfosis de España no va de «desconcentrar» el Estado como algunas voces de la izquierda asaltacielos teorizan. Llevar el Senado a Barcelona no hará que deje de ser una institución obsoleta que en absoluto responde a la función de cámara territorial que la Constitución preveía para ella, antes de convertirse en la herramienta de sabotear los procesos legislativos que es hoy día. Lo mismo para el Tribunal Constitucional o el Banco Central. No se trata de cambiar geográficamente las instituciones, sino de cambiar su esencia.

A partir de lo más urgente, es imprescindible para la supervivencia del Estado la regeneración del poder judicial, que no fue transicionado durante la Transición y sigue en las manos de los hijos y nietos de los magistrados de la dictadura. No hablamos aquí de los jueces de primera instancia, sino de los Gobernadores de la justicia, los miembros del CGPJ, del TOP disfrazado de Audiencia Nacional, del Constitucional, o de los Supremos de las respectivas Comunidades. Los datos de la endogamia existente en esos tribunales se guardan bajo siete llaves.

Artículo en Newsweek alertando del golpe de estado judicial en España.

Lo mismo para las Fuerzas Armadas o los CFSE. Existe un enorme porcentaje de miembros de esos cuerpos cuya tradición familiar, heredada de sus ancestros uniformados durante la dictadura, les ha adoctrinado para darlo todo por la Patria, no por la democracia y la libertad de los ciudadanos españoles, sino por España como sublimación. Como muestra esta respuesta del comisario Eugenio Pino a Gabrial Rufián al preguntarle éste que es lo que significa para él hacer todo por España: «Todo es todo» responde el policía.

Es necesario un Pacto de Estado, una segunda transición en la que, a diferencia de la primera, condicionada por las urgencias derivadas de la prisa por salir de la cueva del franquismo, del ruido de sables y de tabúes como la monarquía o la unidad de la Patria; se remuevan las barreras.

«Existe un enorme porcentaje de miembros de esos cuerpos cuya tradición familiar, heredada de sus ancestros uniformados durante la dictadura, les ha adoctrinado para darlo todo por la Patria, no por la democracia y la libertad de los españoles, sino por España como sublimación»

La única posibilidad de supervivencia de un Estado español digno de tal nombre, es la adhesión de los territorios al proyecto común desde su libre voluntad y en la medida que estos lo deseen, un sistema en el que la autonomía no sea ni otorgada ni obligada y sin la preeminencia ni la tutela de ninguno de ellos sobre el resto. Y que el Estado «social y democrático» recupere su soberanía, hoy secuestrada por algunos poderes, públicos y privados, y la comparta después entre esas naciones constituyentes, para que no vuelva a ser incautada por ningún poder que no tenga el refrendo popular. Una Soberanía Compartida que sea garantía de que ningún inicuo poder fáctico vuelva a secuestrarla. Costará más o menos tiempo, más o menos dolor pero será eso o el fin del Estado Español.

Tampoco olvidemos que menos del 15% de los que votaron la Constitución siguen vivos y desde entonces han pasado ya 2 generaciones. En ese tiempo algunos han convertido esta Constitución en el libro sagrado de los que están cómodos con el actual estado de cosas porque les permite manejar el estado desde los resortes del poder económico, mediático y judicial que controlan, para saquearlo a su antojo, aplicando si hace falta esa sharia a los infieles constitucionales. Es hora de cambiar todo eso… o de huir de aquí.

Pues aquí. Desbordándose de este espacio entre los Pirineos y el Ebro en donde siempre ha estado. Aún con relativa buena salud a pesar de los achaques históricos de 1200, 1512, 1524, 1789, 1839, 1936 o 1982. Siempre importunada por enemigos, falsos amigos y envidiosos; afanada en su futuro, ensimismada en sus cosas, algo alejada de las cuitas geopolíticas del mundo y un punto ignorante o indiferente de sus propias facultades.

«…Navarra es un país europeo, cuyo origen se encuentra en los albores de la historia escrita. A lo largo de la misma ha evolucionado, adaptándose a múltiples avatares y acogiendo distintas culturas que han enriquecido la suya propia, hasta llegar a lo que hoy conocemos como Sociedad Navarra o  propiamente Navarra.» (Punto 1 del Manifiesto Socialverde)

¿Por qué cuando se habla de Comunidades Históricas casi nadie piensa en la más histórica de todas?. Surgida a la par y en pugna con el imperio Carolingio. Más histórica que la milenaria Cataluña, que la también históricamente brumosa Galicia, más incluso que la Castilla madrina/madrastra de los restos de este imperio español que ha llegado a nuestros días llamado España, y al que por lo visto Navarra sigue debiéndole vasallaje.

Y es que como dice el Manifiesto Socialverde: «…como consecuencia de ese devenir histórico, Navarra es titular de unos derechos que mantiene legítimamente, así como de otros que a lo largo de la historia le han sido arrebatados y a los que nunca ha renunciado». Esa es su fortaleza y esas son las facultades de las que posiblemente Navarra no es plenamente consciente.

En ese no buscado pero inevitable choque de legitimidades que, tarde o temprano, se producirá a la hora de la reforma territorial pendiente, Navarra puede recuperar algo que va a hacer ya 200 años perdió: la centralidad. Su centralidad como referencia histórica y espiritual de Vasconia, catalizadora de los Territorios Forales y llave de un nuevo proyecto de Estado de territorios libremente adheridos. Que ese estado sea una monarquía o una república será transitorio, ni siquiera será preciso que el nuevo estado se defina como, Estado Integral (Constitución de la II República), federal o confederal. Bastará con que simplemente sea libremente y voluntariamente asumido.

«…como consecuencia de ese devenir histórico, Navarra es titular de unos derechos que mantiene legítimamente, así como de otros que a lo largo de la historia le han sido arrebatados y a los que nunca ha renunciado.» (Punto 2 del Manifiesto Socialverde)

La voluntariedad llevará indefectiblemente a esa asimetría que muchos interesadamente confundirán con desigualdad, pero que es la que permitirá el acomodo de todos los países/regiones/naciones de la península en un espacio político y geográfico común. Desde la libertad y la libre decisión. Desde los que ambicionan cotas de autogobierno sin más límite que la voluntad de sus ciudadanos a los que prefieren seguir en ese plácido estanque de uniformidad al que tienen derecho a aspirar pero no a imponer.

Esta Navarra que siempre, encuesta tras encuesta, aparece como la que menos sentimiento de españolidad muestra, tiene muchos boletos para ser una de las naciones fundadoras de la nueva territorialidad.

…y no le faltarán galones:

  • Tiene la legitimidad histórica suficiente para reivindicar un estatus propio entre los pueblos de Europa.
  • Tiene en su mano herramientas económicas y legales suficientes para dialogar cara a cara con los poderes del Estado, sin imposiciones ni tutelas, las condiciones en las que desea relacionarse con el mismo.
  • Una vez recuperada la centralidad en el tema vasco es, de las históricas, la que menos animosidad provoca entre las comunidades más españolistas.
  • Dispone ya, junto con el resto de TTFF de las herramientas necesarias para mostrar que un sistema territorial asimétrico, basado en la negociación y el acuerdo funciona. De hecho hace mucho tiempo que lo viene demostrando, cada vez que se renegocia el Convenio Económico.


Que, a día de hoy la soberanía popular no «reside en el pueblo español», como proclama el artículo 1.2 de la CE, es bastante evidente para todo el que quiera verlo. Pudo haber sido cierto durante un breve periodo antes del 23F de 1981, pero una vez superadas las incertidumbres que el nuevo régimen causaba en los poderes residuales del viejo estado, estos, parapetados en el poder judicial (nunca depurado) y fielmente escoltado por las FCSE, se han hecho con el control económico y mediático del país. Y con ello con la soberanía nacional.

Dentro de esa estrategia de secuestro de la soberanía, Madrid juega un papel fundamental. Es desde allí desde donde la derecha aplica su modelo extractivista sobre los recursos de Estado en base a una economía no productiva sino especulativa, incompatible con la del resto de CCAA.

En ese punto medio entre el inmovilismo interesado del status quo actual, (que solamente beneficia a los que ostentan efectivamente el control de las instituciones) y el irredentismo independentista, se encuentra el espacio para el compromiso de convivencia y libertad de los territorios de la península. Y en este escenario Navarra tiene mucho que decir y que enseñar.


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