POR QUÉ EL PIB DE UN PAÍS NO ES EL MEJOR COEFICIENTE PARA MEDIR SU PROSPERIDAD.

Irlanda, el espejismo de la prosperidad neoliberal.

Vamos a ver por qué razones la medida del Producto Interior Bruto no es la herramienta correcta para medir el progreso de un país y lo ilustraremos con el ejemplo de Irlanda, el país europeo que ha registrado un PIB per cápita más alto durante la última década.

  • El PIB mide riqueza, no bienestar. Contabiliza únicamente el valor de los bienes y servicios producidos en un territorio, independientemente del bienestar de sus habitantes. Es decir, un país puede tener un PIB altísimo pero su estructura social hacer que esa riqueza no llegue a grandes capas de población.
  • No mide la igualdad. Al ser una cifra meramente estadística, no da ninguna idea de como se distribuye esa riqueza.
  • No mide el daño ambiental. A día de hoy el PIB mide únicamente el beneficio de las actividades económicas, sin descontar el precio de la degradación ambiental ocasionada por esas mismas actividades.
  • No tiene en cuenta el trabajo no remunerado. La sociedad se beneficia de actividades como el voluntariado, los cuidados de las personas o el trabajo doméstico, imprescindibles para su progreso. El PIB no las mide, ni siquiera las contempla.
  • No refleja aspectos como la economía sumergida o el trueque. Que en algunos países suponen más de un tercio de la actividad económica.
  • La seguridad, la educación o la salud no existen para el PIB. Y sin embargo son claves para el desarrollo de cualquier país.
  • Las catástrofes son «positivas» para el PIB.” Inundaciones o guerras pueden aumentar el PIB o incluso incentivar la economía debido al gasto en reparación de infraestructuras o fabricación de armamento. Sin embargo es indudable que son una pérdida de bienestar y riqueza.

Aunque no sea tan gratificante para las cifras macroeconómicas como el PIB, una de las prioridades de cara a la construcción de un futuro más justo y sostenible para la humanidad es cambiar las herramientas para medir su progreso con indicadores de sostenibilidad que tengan en cuenta los recursos naturales y la huella ecológica. Herramientas que, como el IDH, incluyan salud, educación y salarios y finalmente bienestar, derechos sociales y oportunidades (IPS).

Durante las últimas décadas se ha usado Irlanda como ejemplo de éxito económico. Su último PIB es de 533.000 millones de euros en 2024 (>100.000€ per cápita) lo que la coloca entre los países ricos de Europa como Noruega o Suiza, casi doblando el índice de Alemania. Pero detrás de estos deslumbrantes datos, la realidad cotidiana del pueblo irlandés, sin llegar a parecerse a la pobreza histórica de inicios del siglo XX, es muy distinta, los trabajadores, los hogares y las empresas irlandesas no disfrutan de ese edén liberal que sus macrocifras parecen avalar.

El propio gobierno irlandés, para no hacerse trampas en el solitario, utiliza un índice llamado Renta Nacional Bruta (GNI*) que descuenta el impacto de las inversiones extranjeras para proporcionar una visión más realista de la economía nacional. Esas inversiones muchas de las veces se limitan a poseer una sede corporativa en territorio irlandés que se nutre de los beneficios o tasas por conceptos como derechos de propiedad intelectual o patentes, con un impacto escaso en el empleo y sin que se fabrique o se cree nada en suelo irlandés. Los beneficios de esa actividad empresarial están gravados a un 12% (la mitad que en territorio europeo continental). La diferencia entre ambos valores (PIB vs. GNI) es brutal, así mientras el PIB ronda el medio billón (con B) de Euros, un 44% (220.000 millones) de esa inmensa cifra nunca nunca llega realmente a circular por las venas de la economía irlandesa.

Este modelo de fiscalidad está meticulosamente diseñado para convertir a Irlanda en el centro global de transferencia de beneficios de las empresas, como farmacéuticas o tecnológicas, en las que la IP (Propiedad Intelectual) es su principal activo. De ese modo estas empresas ingresan enormes cantidades sujetas a muy bajos impuestos por la concesión de licencias de propiedad intelectual, aunque el control estratégico sobre dichos beneficios siga en manos de sus matrices extranjeras. Irlanda en efecto se aprovecha de una parte de estos beneficios a través del impuesto de sociedades, pero en términos contables, aunque una pequeña parte de esos rendimientos se queden en Irlanda, el grueso del beneficio y el poder de decisión siguen fuera del país.

DATOS (2024/2023)(MILLONES DE €)CONCEPTOS
PIB (2023)510.000Producción total registrada en Irlanda, inflada por las ventas globales de las multinacionales registradas a través de Irlanda
INB modificado* (2023)291.000Ingreso nacional ajustado: el dinero que realmente permanece en Irlanda para los residentes y las empresas
Brecha entre el PIB y el INB*219.000Más del 40% del PIB son ingresos que nunca llegan a los trabajadores ni a las empresas de Irlanda.
Salidas por IP (2024)169.300Pagos de filiales irlandesas a matrices extranjeras por el uso de propiedad intelectual. Una enorme pérdida de ingresos nacionales.
Salidas por IP (cuarto trimestre de 2024)50.000Un trimestre récord: solo las salidas de regalías representaron casi el 10% del PIB anual de Irlanda
Entradas por IP (cuarto trimestre de 2024)5.000Irlanda recibe mucho menos en derechos de lo que paga, lo que pone de relieve su papel como conducto global más que como centro de propiedad intelectual.

En el año 2024, las empresas con sede en Irlanda pagaron 169.300 millones de euros en licencias y derechos de propiedad intelectual a filiales extranjeras. Durante el último trimestre del año los pagos por estos conceptos ascendieron a 50.000 millones, lo que vaticina que 2025 será un año récord. Estos pagos, se realizan principalmente a empresas y entidades offshore, norteamericanas fundamentalmente, y dan muestra del coste de utilizar propiedad intelectual que no es de propiedad irlandesa. Se registran en las cuentas como importaciones de servicios, sin que el país se beneficie ni en bienes ni en puestos de trabajo. y afectan directamente (a la baja) al PIB. Esa es la principal razón por la que a nivel interno el estado irlandés haga sus cuentas con parámetros de INB*, la magnitud que realmente refleja la realidad de la economía irlandesa.

La economía irlandesa en su globalidad da una imagen de riqueza que no se corresponde con la realidad. Los flujos de beneficios retornan a sus propietarios extranjeros, un pequeño número de multinacionales sin ninguna responsabilidad ética, social ni ambiental y sin que la población se beneficie en nada o en muy poco.

Aparentemente este estado de cosas permite al estado irlandés reducir deuda pública, mantener sus presupuestos con superávit y financiar los servicios públicos. Pero es una falsa prosperidad que en realidad no contribuye a aumentar la demanda interna, ni a mejorar los salarios de los isleños ni tampoco a estimular la inversión. Se trata en realidad de una economía unidireccional, sin conexiones con la economía real existente en su entorno y, lo que es peor, insolidaria con el resto de la UE, que pierde miles de millones de euros todos los años, varias veces el beneficio que Irlanda obtiene, por las pérdidas de ingresos ocasionada por la falta de ingresos fiscales que deberían haberse realizado donde se generó el beneficio y que gracias al bucanerismo fiscal acaba en las cuentas de beneficios de media docena de multinacionales americanas.

Irlanda está atrapada en un modelo de prosperidad meramente estadístico. La prosperidad neoliberal, la de los grandes números y las macroeconomías globales. Un modelo poco relacionado con la economía real, la que genera bienestar en las distintas esferas del país y que, por desgracia, se está extendiendo cada vez más por el resto de la Unión.

@gukgeuk 250526


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