El juego en el que la Unión Europea nunca puede ganar.
Decía Eduardo Galeano que «Un optimista es solo un pesimista mal informado». El que esto escribe normalmente es un optimista impenitente. Pero en los momentos en los que le da por informarse y reflexionar, y desearía que fuera de otra manera, está convencido de que se avecina una guerra. No una Gran Guerra al estilo de las dos Mundiales, ni de las intervenciones sucesivas (Afganistán, Irak, Siria, Yemen…), tampoco de las que han dado en llamar guerras hibridas: guerras económicas y cibernéticas que mantienen el paradigma de confrontación constante. Una guerra turbia, sin bloques claros y con Europa como escenario.
Puede que aún tarden en producirse, pero hay 2 factores que ayudan a pensar que será inevitable:
- Las guerras producen beneficios. Y las cuentas de resultados de las grandes corporaciones crujen si los beneficios no crecen continuamente. Esas cuentas se nutren de la destrucción y reconstrucción cíclicas y es necesario un enemigo constante, real o inventado, para legitimar el gasto militar, la vigilancia y la unidad.
- Ya va para 2 décadas que Occidente entró en crisis. La desigualdad, la corrupción y las crisis sociales, así como la desigual guerra económica que mantiene con China, amenazan sus estructuras políticas y económicas, y urge desviar la atención de los conflictos internos con el habitual recurso de las amenazas externas. Por eso Europa está llamando al rearme y a la movilización. Y desde principios del siglo XX, siempre que se han producido rearmes y movilizaciones ha habido guerra.
El empecinamiento en negarse a cumplir los acuerdos de paz (o en romperlos directamente) y castigar a Rusia venciéndola militarmente, va a propiciar una victoria rusa tan aplastante que humillará a la parte más rusófoba de las élites europeas. Ante eso, estas han decidido mantener las mismas política que nos han llevado a todos hasta este punto: la huida hacia adelante. Esa parte de la clase política de la UE está dispuesta a declarar la guerra a Rusia a medio plazo, o por lo menos en mantener esa puerta abierta.
Lo que ha estado sucediendo últimamente en los países bálticos, Polonia, Rumanía o Moldavia no augura nada bueno. Estos países han estado reprimiendo duramente la libertad de expresión, interfiriendo e incluso anulando elecciones, prohibiendo partidos políticos y haciendo patéticos llamamientos al rearme de cara a una supuesta amenaza rusa. Es difícil saber si esta histeria colectiva obedece a razones internas o si de verdad están dispuestos a iniciar otra guerra en Europa. Lo que es indudable es que ese camino es muy peligroso.
SIGLO XXI. LA GUERRA 2.0
También es difícil saber si esta nueva generación de políticos, nacidos la mayoría al calor de los Trente Glorieuses, a los que nunca les ha faltado de nada y cuya idea de la guerra son las superproducciones bélicas de Hollywood, tienen una idea clara de lo que supone una guerra europea en el siglo XXI. No hablo de holocausto nuclear.
Durante las últimas décadas drones baratos ha sustituidos a los carísimos blindados, bombas planeadoras a los bombarderos y misiles inteligentes a la artillería convencional. Pero una cosa no ha cambiando, un ingrediente cada vez mas escaso en nuestra mermada demografía occidental: los soldados. Y aunque suene cínico y desagradable, soldados prescindibles, munición humana.

El hardware militar (armamento, munición, aviones, tecnología militar,…) son relativamente fáciles de construir y reponer, basta con tener un complejo militar-industrial eficiente, que por lo general siempre está deseando aumentar sus cuentas de resultados, (Eisenhower ya advirtió sobre esto hace mas de medio siglo), o si no dispones de él, alguien que te lo suministre, siquiera a cambio de enajenar el país que dices defender. Pero el factor humano, el soldado a pie de trinchera es difícil de conseguir, no se fabrica en los complejos industriales.
“Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, buscada o no, por el complejo militar-industrial.”
(Dwight D. Eisenhower, 1961)
Ucrania, una vez agotadas las reservas de soldados profesionales y milicias que estuvo cuidadosamente preparando durante 6 años, pasó a una solución más indecorosa: repuso sus enormes bajas con hombres de 40 años capturados al azar por las calles y últimamente con jóvenes de menos de 20 años, reclutados por el mismo sistema. Rusia optó por otras vías, primero utilizaron las llamadas Fuerzas Aliadas del Donbás apoyadas por PMCs como Wagner. Después comenzó a vaciar las cárceles rusas ofreciendo a cambio la redención de penas en el campo de batalla y en esta última fase es el VRF, el ejercito regular ruso, el que cubre el frente de guerra. Un ejército de 1.200.000 hombres y mujeres, mas otros 2.000.000 de reservistas que, nadie lo dude, lenta pero inevitablemente laminará toda resistencia ucraniana
Europa no puede poner en el escenario bélico nada semejante. No sin que ardan las calles. Hay razones económicas, culturales y sociológicas que lo impiden e implicar a la OTAN en esta aventura es impensable, eso abriría la puerta al infierno nuclear. Pero…
Existe una reserva de personal que, según algunos analistas, la UE estaría estudiando utilizar en una hipotética guerra contra Rusia y que lucharía bajo el paraguas de un resucitado Ejército Ucraniano de Liberación: el reclutamiento de civiles, al estilo de los CCT (Centros de Reclutamiento) ucranianos, en Moldavia y los países de la UE limítrofes con Rusia, (Fundamentalmente Rumanía, Polonia y los bálticos, (Chequia Eslovaquia y Hungría ya han adelantado que ellos no permitirían esa aventura), así podrían alcanzar los 200.000 efectivos en el mejor de los casos. Si sumamos unidades tipo PMC, reclutadas entre las masas de aventureros alienados con propaganda belicista que pueblan los países occidentales y otros 200.000 procedentes de la inmigración ilegal, a los que se ofrecería la ciudadanía europea a cambio de alistarse en unidades tipo Legión Extranjera (Alemania ya lo está estudiando en su programa de ampliación de la Bundeswehr) . Llegarían entre todos al medio millón de mano de obra irregular, desechable, de bajo nivel, irrecuperable y de un solo uso. Nada que hacer ante una máquina militar experimentada y perfectamente engrasada, que lleva más de veinte años bregando en los campos de batalla.
Esta sería la única fuerza militar que la UE sería capaz de desplegar en el este de Europa sin violentar la voluntad de sus ciudadanos… y de sus propios militares que, salvo puntuales excepciones, son radicalmente contrarios a estas correrías. Esa fuerza contaría con ayuda de la inteligencia occidental pero no con la cobertura aérea de la OTAN porque, de momento y a diferencia de los políticos, los militares no son tan cretinos como para embarcarse en esto saltándose todos los tratados internacionales y las leyes de la guerra.
De momento, las escaladas nunca se sabe donde terminan.
RUSIA TIENE UN PLAN.
Rusia por supuesto lo sabe y tiene su propia hoja de ruta y su programa de rearme estratégico a gran escala, independientes de la SMO, que va cumpliendo inexorablemente. Esa es una de las razones del lento avance de sus tropas. De este a oeste y de sur a norte las tropas rusas avanzan implacablemente y sin prisa con el doble objetivo de infligir al enemigo el mayor numero de bajas posibles, sin dejar detrás de sí brotes ni semillas que puedan fructificar en otra UPA que prolongue el conflicto ad aeternum. También esa es la razón por la que se detendrán cuando delante de ellas no exista población mayoritariamente rusófila: el curso inferior del Dnieper y la costa del Mar Negro hasta el Dniester. Ese será para ellos el momento de negociar un alto el fuego y consolidar en la mesa de negociaciones el estatus de los territorios «liberados», así como el futuro de Ucrania. No antes. Rusia ya ha llegado por tres veces a acuerdos de cara a garantizar su seguridad y la de la población rusa en su flanco Sur y los tres fueron violentados, Estambul fue la última. No volverá a cometer ese error.
Y aunque suene a herejía, ese sería el mejor escenario si queremos evitar una guerra sangrienta y destructiva en suelo europeo. Una guerra que solamente beneficiaría al complejo militar-industrial, tanto al americano como al europeo y que supondría para la UE su defenestración. Poco a poco los países del este de la UE van siendo conscientes de la hecatombe que supondría la ceguera de los dirigentes europeos. Incluso los polacos parecen haberse darse cuenta del papel que en este infausto escenario sus jefes han previsto para ellos y no parecen estar muy por la labor. Irónicamente esas contradicciones internas podrían salvar a la UE de su desintegración, aunque la trayectoria de los dirigentes europeos no invita mucho al optimismo.
Mientras, los informativos occidentales nos hablan de conflictos de todo tipo a lo largo del globo (Oriente Medio, África, el Cáucaso, Pakistán, Asia Central). Todos ellos deberían pasar a un segundo plano ante esta amenaza para la pervivencia de la Unión Europea. Si no se acuerda con Rusia la arquitectura de seguridad en su flanco sur, más tarde o más temprano habrá una guerra que hará que el conflicto de Ucrania parezca un juego de niños.
Y la UE no ganará a ese juego.
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