LA CULTURA DEL ESFUERZO DE LA DESIGUALDAD.

Quizá el mayor fraude de la Enseñanza Pública sea esa falsa idea de que la escuela publica es garantía de igualdad de oportunidades, cuando en realidad es un terreno en donde, como en tantos otros, predomina una falsa meritocracia donde siempre suelen perder los mismos.

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«La desigualdad se desbocó en España durante la última crisis y no se ha conseguido controlar. Nuestro país sigue siendo el cuarto más desigual de la UE, y ni el empleo ni la protección social han logrado la reducción de la pobreza y la redistribución de ingresos. La pobreza se ha convertido en una trampa de la que se hace complicado salir. Además, a mayor desigualdad, la movilidad social entre generaciones es menor, y niños y niñas heredan en mayor grado tanto la riqueza como la pobreza de sus madres y padres, lo que hace imposible que disfruten de derechos y oportunidades en igualdad de condiciones.»

Intermón Oxfam. Desigualdad 1 – Igualdad de Oportunidades 0. (2019

Así comienza el informe Desigualdad 1 – Igualdad de oportunidades 0 que en 2019 publicó Intermon Oxfam sobre Igualdad de Oportunidades, pobreza y ascenso social, que finalmente concluye que, a nivel general, la desigualdad y la brecha social son mayores que cuando en 2008 comenzó oficialmente la, de momento, última crisis económica.

En 2008 se encendieron todas las alarmas y algunas voces se alzaron para reclamar una refundación del capitalismo sobre bases más éticas y sostenibles. La recuperación económica sin embargo solo ha sido para algunos y la pobreza ha seguido aumentando año tras año. Los ricos han aumentado su riqueza a ritmos de un 10% anual, mientras que los pobres son cada vez mas y mas pobres y las brechas sociales siguen creciendo.

El informe constata además algo que me interesaba principalmente a la hora de escribir este artículo: LA POBREZA SE HEREDA. Un dato que también resaltaba el informe sobre Transmisión intergeneracional de la pobreza, elaborado por Cáritas en donde alertaba de que más del 80% de los descendientes de familias pobres seguirán siendo pobres. Advierte también el informe, de que el ascensor social se ha puesto en funcionamiento pero en sentido contrario: Una de cada seis familias que con la crisis perdió su condición de clase media, cayendo en situación de paro y exclusión social, no fue capaz de revertir su situación.

Cerca del 20% de la población española sufre algún tipo de exclusión social y, aproximadamente, 8 millones de personas tienen serios problemas en cuestiones tan triviales como llevar a los niños al cine, comer ternera en lugar de salchichas o, no digamos, llevar a la familia unos días de vacaciones. Y para la mitad de esta franja de población, la realidad aún es peor: Llevan más de doce años en situación de pobreza severa.

Son datos reales que nos deberían hacer reflexionar sobre el papel real que el sistema educativo (todo él) juega en la cronificación de las desigualdades y si estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para combatirlas. Tras la retórica, disfrazada de datos PISA sobre capacidades y rendimientos, se disimulan carencias del sistema que culpabilizan al alumno por «no esforzarse lo suficiente» o por «no ser lo bastante inteligente» a la hora de justificar el fracaso escolar durante la etapa de la enseñanza preuniversitaria.

Pero el verdadero problema aparece cuando los que no han fracasado escolarmente, los que han conseguido titulaciones universitarias, dominan 3 idiomas y tienen años de prácticas laborales, mal pagadas o directamente impagadas, siguen sin avanzar en la escala social, resignados a trabajos para los que están sobrecualificados y con sueldos de supervivencia. Es entonces cuando abocados a emigrar a las grandes ciudades o a otros países, aparecen los calificativos de looser y las alegaciones a la Cultura del Esfuerzo.

Aparecen también los sentimientos de culpa y la frustración causada por el sentimiento de haber sido engañados. Cantinelas como «lo conseguirás si te esfuerzas lo suficiente», «sólo hay que desearlo» o «está en tu mano, sólo depende de tí» forman parte del gran engaño de hacerte creer que, en una sociedad profundamente clasista, tienes la oportunidad de triunfar simplemente gracias a tu voluntad y a tu esfuerzo; cuando la realidad es que que el que más se esfuerza simplemente tiene más boletos para el premio final, pero que eso no es garantía de nada. Y menos de un premio justo.

Aquí es donde la Educación Pública defrauda. Sigue con el mantra de que tienes las mismas oportunidades que los demás si te esfuerzas. Y en un cínico desenlace final, si fracasas te acusará de no haber hecho el esfuerzo suficiente.

Se oculta la realidad de que esta sociedad está diseñada para que los mismos triunfen siempre, mientras que los eternos perdedores siguen dando vueltas en un vicioso círculo del que es casi imposible salir. La misma realidad que dice que nacer en uno u otro lugar de la escala social es lo determinante: Una bendición si naces en un entorno de riqueza económica y educativa o una maldición si lo haces en otro de precariedad y exclusión.

España es, con Alemania, el país europeo con peor índice de éxito no ligado a la herencia familiar.

La Educación Pública obvia el dato de que el status social en el momento de acceder a ella determina en gran parte el resultado final. Que esa supuesta igualdad de oportunidades no es sino un juego de suma cero, en donde las reglas están trucadas por una falsa meritocracia donde siempre pierden los mismos porque su puesto de salida hace imposible superar la desventaja.

Una parte no menor de esa culpa la tiene ese ectoplasma de Escuela Pública, esa anomalía de la educación en Europa que es la Escuela Concertada. La enseñanza concertada, que no tiene de pública mas que la financiación, no puede considerarse enseñanza pública porque adolece de 2 condiciones obligadas en un servicio público básico: LA UNIVERSALIDAD y LA  TERRITORIALIDAD. Es decir, cualquier ciudadano, independientemente de su extracción social y de su lugar de residencia, tiene derecho a la educación pública, gratuita y de calidad. Y eso la concertada (y menos la privada) ni lo garantiza ni tiene maldita intención de hacerlo.

Navarra es el territorio europeo (posiblemente mundial), con mayor implantación de la enseñanza concertada.

No es este el tema que hoy nos ocupa, pero el interesado encontrará más datos y argumentos en el siguiente enlace: Alumnos pobres vs. Estudiantes ricos.

Evidentemente nadie está defendiendo aquí que el esfuerzo no sea necesario en la vida diaria, por supuesto también en las aulas. Es la limpieza en las reglas del juego lo que se reclama, la igualdad real de oportunidades y el fin de la santificación como «Cultura del Esfuerzo» de lo que simplemente es esa meritocracia tramposa usada para cerrar bocas y aplacar conciencias.

Hay un esfuerzo estéril: el que lleva al fracaso, a la frustración y al resentimiento. O, en el mejor de los casos, a la falsa sensación de triunfo por haber conseguido un objetivo después de un inmenso esfuerzo, cuando para otros, los que corren a lomos de escuelas discriminadoras, de notas hinchadas artificialmente o de titulaciones fraudulentas el esfuerzo ha sido mínimo. ¿Hacen falta nombres?

Existe también el esfuerzo fructífero. El que no está basado en el triunfo sobre los otros sino en la búsqueda de una vida mejor para todos, el que se basa en el conocimiento, en la conciencia de ser parte importante de la sociedad, en la solidaridad y en la búsqueda de la felicidad. Y, que me perdonen algunas maestras y maestros, esto no es lo que hoy se está trabajando en la muchas de las escuelas públicas. Menos aún en las otras. Los datos son demoledores.

Una buena herramienta a la hora de valorar la virtuosidad del esfuerzo realizado es hacerse dos simples preguntas:

  1. ¿Porqué esforzarte? Las respuestas habituales a esta primera pregunta suelen ser que hay que esforzarse para adquirir la máxima competencia de cara al mercado laboral. O porque con una mayor formación partes desde una mejor posición en la carrera laboral. En el mejor de los casos, que te esfuerzas para ser más útil a la sociedad. Todas estas respuestas generalmente giran en torno al mercado laboral, en donde el objetivo final es conseguir un trabajo seguro y bien pagado para tener una vida tranquila y sin sobresaltos. Anteponen la seguridad y los bienes a la felicidad, obviando que si enfocas tu formación hacia las mejores salidas laborales, siempre tendrás trabajo. Si en cambio lo haces hacia tus competencias, tus deseos y tus aficiones nunca tendrás que trabajar.
  2. ¿Esforzarte para quién? La respuesta a este segunda pregunta es más difícil. Solemos responder que «para mí mismo», porque nos han hecho creer que nuestro esfuerzo siempre revierte en nuestro propio beneficio. No se nos suele contar que para que (una pequeña parte de) tu esfuerzo revierta en ti mismo, primeramente debe ser aprovechado y digerido por el sistema y, si tienes suerte y todo va bien, podrás beneficiarte de una pequeña parte del beneficio.

No hablaré aquí de capitalismo ni de explotación. El PODER actualmente es un concepto difuso que trasciende a los gobiernos y a los poderes del estado que son meros administradores del auténtico soberano: El Mercado. En su nombre se aprueban y realizan las mayores crueldades. Se ejecuta un siniestro triaje que decide cuales son las personas descartables e inútiles para el sistema. Los que serán desahuciados del mercado laboral, del consumo y del derecho a la vivienda y dejados en manos de los servicios sociales. Porque: «son insolventes» no tienen ninguna utilidad ni como productores, ni como consumidores, no son en suma más que una carga para la sociedad.

Es imprescindible un cambio radical en ese discurso de la “Cultura del Esfuerzo”, comenzando por el sistema educativo. Necesitamos un sistema educativo que nos prepare, no a ser buenos ciudadanos, obedientes al sistema que nos adiestra en hacernos creer que nos esforzamos para nosotros mismos y que, cuando termina su ciclo y te lanza al mercado laboral, creando toda la frustración, el sufrimiento y el rencor que estamos viendo en las calles; sino a empoderar y concienciar a las futuras generaciones en que el bienestar no solamente es ocio+consumo.

Es necesario un cambio de mirada sobre la tan manoseada “cultura del esfuerzo” en la escuela. Necesitamos un modelo educativo que pase del YO al NOSOTROS. Que promueva la cultura colaborativa frente a la competitiva, la actitud crítica y proactiva, que potencie las capacidades (grandes o pequeñas) de cada uno, que invite a huir del egocentrismo, a cuidar el entorno como modo de cuidarnos nosotros, el modelo de la pasión por el conocimiento, el de empatizar con el cercano y con el de más lejos, el esfuerzo por la justicia y la igualdad. El que no está basado en el triunfo sobre los otros sino en la búsqueda de una vida mejor para todos.

Este y no otro es el esfuerzo que la educación pública debería fomentar. El esfuerzo de ser libres y solidarios desde el principio de incertidumbre a que esta Sociedad Cuántica nos obliga.


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