Hace décadas que según los estudios de opinión, una de la mayores preocupaciones entre los ciudadanos de este país viene siendo la corrupción.
Desde que tengo memoria los casos de corrupción han ido apareciendo sistemáticamente, con una regularidad pasmosa y a la misma velocidad van siendo sistemáticamente tapados y olvidados del imaginario colectivo.
En los años 80 y 90 los casos afectaban fundamentalmente al partido entonces en el poder, el PSOE: Caso Flick “Ni Flick ni Flock’, Filesa, caso Fondos reservados, Caso Seat, Caso Osakidetza en la CAV, caso Urralburu en Navarra, caso Guerra (el hermanísimo de don Arfonzo príncipe de los descamisados), caso Palomino (cuñadísimo del presidente), caso PSV (UGT) y tantos y tantos que sumados a la inmunda cloaca de la guerra sucia practicada por el gobierno socialfelipista, pusieron en bandeja a la derecha española, que aún no se había desprendido de su imagen de heredera del fascismo, el retorno al poder incluso con label de regeneradora de la vida pública. Se llegó al extremo de justificar el retorno al poder de esta derecha con el ridículo argumento de que “como estos son ricos no necesitan meter las manos en las arcas públicas como los descamisados”.
Poco duró la alegría. Lógicamente la derecha española no estaba tan “necesitada” como la izquierda descamisada pero no por eso iba a ser menos avariciosa. Y empezaron a florecer los casos, esta vez desde el otro lado de mesa del banquete. Un año escaso después del retorno al poder de la triunfante derecha española empezaron a brotar como setas los síntomas de corrupción: desde los primeros y casi ingenuos casos: Zamora, del Lino, etc. hasta los ya a gran escala: Bárcenas, Palma Arena, Gürtel, etc. Hasta tal punto la pelota ha ido creciendo que se da el caso de que algunos juzgados se encuentran hoy día saturados y con más del 50% de sus casos referidos a la corrupción del PP.
Por lo tanto, es normal que ante tal cúmulo de basura, los ciudadanos de esta democracia “en prácticas”, se sientan engañados y los estudios demográficos señalen una y otra vez el de la corrupción como una de sus tres principales preocupaciones.
Los defensores del sistema suelen argumentar que la existencia de la corrupción es un fenómeno normal tanto en países los democráticos como en los autoritarios, y que la diferencia es que en los primeros “el sistema funciona” y la separación de poderes y la administración de justicia consiguen que los culpables, tarde o temprano, acaben entre rejas. En este punto podríamos tomar el camino fácil y argumentar que en este país la mayor parte de los corruptos no son condenados, a veces ni perseguidos, ni sufren mayores molestias salvo cuando, ocasionalmente, ocurre algún tipo de “vendetta” interna entre los corruptos, y por tanto esta situación es un claro síntoma de falta de cultura democrática. Con ser cierto esto último, se queda en una denuncia estéril y no profundiza en la o las principales causas, no de la existencia de la corrupción sino de que esta no sea convenientemente perseguida y castigada. Y una de estas causas, la principal a mi juicio, es la PREVARICACIÓN,
…la HABITUAL PREVARICACIÓN,
…la HABITUAL E IMPUNE PREVARICACIÓN.
El diccionario de la RAE define prevaricación como:
“Delito consistente en que una autoridad, un juez, o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta”
Por lo tanto para que exista prevaricación deben darse dos circunstancias.
Que el causante del delito sea un servidor público (juez, policía o funcionario público con autoridad).
Que la resolución adoptada sea manifiestamente injusta y que el funcionario en cuestión sea consciente de ello.
Los políticos, también pueden prevaricar a pesar de no ser funcionarios públicos, siempre que lo hagan en calidad de autoridad de alguna de las administraciones del estado: Ministro, delegado del gobierno, alcalde,… En el caso de políticos sin esa condición estaríamos hablando de otro tipo de delitos como cohecho. Así pues:
Cuando un fiscal a falta de pruebas fehacientes reconstruye o tergiversa los hechos para conseguir que una condena sea superior a lo que la ley prevé para el hecho juzgado, está prevaricando.
Cuando un policía, en calidad de tal, miente en su declaración ante un tribunal está prevaricando. Si el mismo policía falsea el atestado que relata los hechos que posteriormente serán juzgados, para agravar la pena o exonerar al acusado, en ambos casos está prevaricando.
Cuando un juez emite un veredicto o redacta un voto particular, priorizando sus creencias religiosas, personales o políticas sobre los estrictamente contemplado en el espíritu de la ley está cometiendo prevaricación.
Cuando un alcalde o concejal de urbanismo tiene conocimiento de una obra ilegal y no actúa de oficio para detener esa ilegalidad está cometiendo un delito de prevaricación por omisión.
Cuando un Delegado del Gobierno envía a la fuerza pública a disolver a golpes una manifestación pacífica, porque es una mala imagen para el partido del gobierno que le ha designado, está prevaricando.
Cuando el secretario de un juzgado, “pierde” o traspapela un expediente comprometedor siguiendo instrucciones de su superior, están cometiendo prevaricación ambos.
Cuando un cargo público nombra a dedo a una persona que no reúne los requisitos para el cargo o sea manifiestamente incapaz para el mismo, están cometiendo prevaricación ambos, el nombrado y su mentor.
Cuando un juez, procurador o autoridad judicial dilatan deliberadamente la instrucción de una causa al objeto de conseguir la prescripción de los cargos están prevaricando.
¿Como nos suenan todos estos supuestos verdad?. La prevaricación es un delito muy grave que conlleva penas de cárcel de 1 a 4 años además de las accesorias de multa e inhabilitación temporal o permanente. Penas que raramente se aplican. Y no se aplican por culpa de otro de los males que asolan este decorado, este teatrillo de sociedad democrática de pacotilla: El Corporativismo.
El corporativismo. De los cuerpos policiales, reacios a denunciar irregularidades entre sus miembros, el de los miembros de los distintos estamentos judiciales que callan como putas por solidaridad o por miedo al estancamiento dentro de su carrera judicial, el corporativismo entre los políticos, obedientes hasta el fin a los dictados de cada sátrapa local…
….y el silencio cómplice de la prensa, “libre” pero engrasada con abundantes subvenciones, publicidad institucional, y prebendas sin cuento.
Así que cuando nos hablen del “grave problema de la corrupción” no perdamos la perspectiva. La corrupción no es el problema sino la consecuencia, el verdadero problema, el origen de todos los males que asolan este cenagal de podredumbre en que se ha convertido la “ejemplar democracia española” no es otro que…
LA HABITUAL E IMPUNE PREVARICACION
@gukgeuk 180427
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