
Es bastante común considerar que las banderas son un emblema identitario. En su origen es posible, pero hoy en día no lo son, a no ser que expresamente se hayan creado para representar identidades (gitanos, géneros, etnias indígenas,…). Las banderas son emblemas políticos, no identitarios. Representan entidades de gobierno o ideologías. En suma, un poder constituido o un ideario político.
La ikurriña, desde el inicio fue creada con un fin político y si bien su ilegalización tras la guerra civil permitió que durante varias décadas pudiera decirse que aglutinaba a todo el pueblo vasco resistente, su adopción hace 41 años como bandera oficial de la CAV supuso que pasara a representar, no a todo el pueblo vasco, sino sólo a la expresión política oficial de una parte de el.
En el caso de la bandera navarra, a pesar de los que la confunden con el pendón real retrotrayendo su historia a la edad media, lo cierto es que se creó quince años después de la ikurriña, en 1910, la misma Diputación Foral en su sesión del 20 de enero de 1910 se lamentaba de “la falta de existencia de una bandera de Navarra”. Para subsanar esa carencia encargó su diseño a tres respetables y respetadas personalidades de entonces, que curiosamente hoy serían tildadas de nacionalistas o cosas peores, si es que las hay, por algunos de los que hoy se envuelven en ella.

Al igual que la ikurriña, la navarra ha sido desde su nacimiento objeto de persecuciones y manipulaciones a lo largo de su historia. Desde el encarcelamiento y destierro en 1920 de un concejal de Tafalla por colocarla en el balcón consistorial hasta su actual secuestro por parte del invisible nacionalismo español, para su uso como arma contra una parte del pueblo navarro, pasando por el intento de asimilación del franquismo colocando alrededor de su escudo un vistoso ramo de hojas de uso habitual en los pucheros.
Este carácter político de las banderas hace difícil que, cuando surge el conflicto entre ellas, sea posible mantener una postura razonable y menos todavía de mediación, porque automáticamente eso te coloca en la posición, objetiva para cada uno de los bandos, de que eres el abogado del bando contrario.
Otro aspecto a considerar es el de la intencionalidad. Una bandera no tiene el mismo significado en unas manos o en otras. En un lugar o en otro. En una sede oficial tiene claramente carácter institucional, pero una bandera en una ventana de una vivienda privada o sobre los hombros de un particular se coloca con un motivo concreto, un motivo que frecuentemente busca una reacción del observador o del entorno. Motivos que pueden ir desde el “Mira lo xxxxxistas que somos en esta casa” al “Quítame la bandera si tienes huevos“.

El problema surge cuando aparece alguien, generalmente con muy poquitas luces, con los huevos suficientes.
…en ese charco ni con katiuskas.
@gukgeuk 200504
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