Las fuerzas políticas de Navarra ante las próximas elecciones forales.

UPN. LA RESILIENCIA A PRUEBA.
Volverá a ganar las próximas elecciones, pero cada vez está más lejos de lograr apoyos a su liderazgo y eso hace que la cifra mágica de 25 ya sea inalcanzable para ellos. Después de las elecciones venderá su fracaso como “el gobierno de los perdedores” o apelando a sus habituales mantras (antes ETA ahora Bildu) pero su fecha de caducidad está cada vez más próxima.
Si algo caracteriza a UPN es la resiliencia. Y también su habilidad para crear marcos mentales mentirosos. Ya estamos acostumbrados a oírles autenticas diatribas contra el nacionalismo de otros, mientras simulan que lo suyo no es nacionalismo, es el estado natural de las personas. Son capaces de vender a su electorado que prohibir el acceso a uno de los idiomas propios de Navarra es libertad lingüística, mientras que permitir su libre acceso es imposición. También pueden aliarse con los más negro de la derecha antiforal española y a la vez venderle el mensaje de que lo hacen en defensa del autogobierno de Navarra.
Esa habilidad congénita para vivir en perpetua contradicción y seguir registrando buenos resultados electorales no habla muy bien de sus electores pero es algo que nadie puede ignorar. Una fuerza política cuyo único objetivo real no es gobernar la Comunidad Foral (otros lo hicieron por ellos cuando tuvieron el poder), sino evitar que otros lo hagan, no puede permitirse llevar ya casi una década fuera del gobierno. Por muy fiel que sea su electorado y muy leales su cuadros, la resiliencia tiene un límite que esta legislatura, después de años de sequía y tras la patética tocata y fuga de sus dos diputados, se ha rebasado sobradamente. Ese empeño en suicidarse desde que, hace ya diez años, UPN en su convulso Congreso reeligiera a Barcina y su contumacia en seguir suicidándose después, confirmando una y otra vez como líder del partido a un personaje tan mediocre como Esparza, capaz de ganar dos elecciones seguidas pero no de acceder al gobierno (dilapidando así miles de votos de su electorado); la ruptura con sus aliados, los que le pagaron la anterior campaña electoral y la defección de militantes y altos cargos que se han pasado al adversario con armas y bagajes (léase listas de afiliados y clientes), todo hace pensar que su tiempo ya ha pasado.
PSN. 4 AÑOS DE REGALO.
A esta convocatoria Chivite se presenta con el reclamo del progresismo y de la consolidación del cambio en Navarra. En realidad su gobierno sólo ha sido continuación de las políticas del anterior gobierno de Barkos, y en algunos casos incluso un retroceso. Sobre todo deja en el debe su necesaria, y en ocasiones, entusiasta complicidad a la hora de mantener a la derecha tramontana en algunas alcaldías como la de Iruñea y otras poblaciones importantes de Navarra.
Desde que en 1982 se constituyese el PSN, (que hasta entonces era Agrupación Socialista de Navarra, una sección del Partido Socialista de Euskadi), el PSN ha accedido a la presidencia de la Comunidad Foral durante 4 legislaturas completas y con tres presidentes diferentes. Dos comparecieron ante un tribunal acusados de corrupción y de ellos uno acabó entre rejas. Desde entonces y hasta 2019 el partido atravesó una larga abstinencia de poder durante el que no faltaron episodios chuscos, incluidas un par de espantadas y llamadas al orden desde Madrid y un intento de gobierno de coalición con la derecha que terminó como el rosario de la aurora.
Finalmente en 2019, montada en la ola de Pedro Sánchez y tras una bien organizada campaña de miedo al retorno de la derecha, la actual presidenta, que en las elecciones forales de 2015 había obtenido poco más de el 13% de los votos, la cifra más baja del partido en toda su historia; accedió a la presidencia por un puñado de votos y, curiosamente, gracias al apoyo expreso o pasivo de los miembros del cuatripartito que había gobernado durante la legislatura anterior, que le habían doblado en votos y a los que ella había estado torpedeando y haciendo la vida imposible durante los 4 años que estuvo en los bancos de la oposición.
Su mensaje es que quiere seguir “encabezando un gobierno de progreso” con sus socios actuales, pero no aclara cual sería su postura si alguno de sus socios obtuviese mejores resultados que ella en las próximas elecciones forales. No hace falta, su silencio en este tema y su currículo lo dejan bien claro.
GEROA BAI. VOLVER SIN HABERSE IDO.
Cuando en 2019 Geroa Bai llegó a un acuerdo para conformar un gobierno encabezado por PSN, era consciente de los riesgos que corría.
En la forales de mayo de 2019, después de 4 años liderando el Gobierno del Cambio, Geroa Bai obtuvo 7.000 votos más que en las anteriores y en conjunto sus socios del gobierno consiguieron más votos que el tripartito de la derecha y más del doble que el PSN.

Geroa Bai pudo haber aspirado a reeditar el cuatripartito, pudo incluso intentar llegar a un acuerdo de legislatura, permitiendo a Chivite el acceso a la presidencia y quedándose así con las manos libres para encabezar la oposición progresista. Pero, a pesar de cierta resistencia interna, prefirió asumir el riesgo deportivamente y bajo la premisa de que el cambio en Navarra no tuviese marcha atrás, sumarse al gobierno de coalición encabezado por PSN. Todo eso a pesar de que, como se ha dicho, este había estado boicoteando el gobierno del cambio durante toda la anterior legislatura.
A Geroa Bai la entrada en ese gobierno, le ha supuesto que durante estos últimos 4 años el electorado no la haya visto ni como gobierno ni como oposición y seguramente ha pagado algún precio por ello, pero pensar que vaya a perder apoyo en las urnas o incluso como dicen algunos hundirse, seguramente obedece más a su deseo que a otra cosa.
Durante estos últimos 4 años han pasado cosas dentro de la coalición. La irrupción de Geroa Socialverdes, además de reordenar internamente las fuerzas de la coalición, fortalece su ala izquierda y es un acercamiento a sectores sociales hasta ahora menos afines. Mas allá del claro mensaje a favor de la sostenibilidad y el progreso social, GSV ha hecho del municipalismo y del equilibrio territorial la herramienta para el logro de sus objetivos. Y si lo consigue las cosas en Navarra pueden cambiar definitivamente.
BILDU. EL ETERNO CANDIDATO.
EHBildu en las últimas elecciones forales obtuvo los mejores resultados cosechados históricamente por la IA en Navarra. Aún así no debería dejarse llevar por la euforia, ese récord de votos solamente le sirvió para ser cuarta fuerza en el Parlamento Foral. Y la razón es que, junto con UPN, es la fuerza política a la que más navarros declaran que nunca votarían. Eso quiere decir que ambos tienen un techo que en el caso de Bildu está ya bastante cerca.
Cincuenta años se van a cumplir desde que en Altsasu se redactó el acta fundacional de una fuerza política que en lo sucesivo se denominaría “Izquierda Abertzale”. Desde entonces, con diversos formatos, ha comparecido a elecciones forales con resultados discretos. Incluso en las 2 últimas comparecencias, después de intentar (y en parte lograr) fagocitar las siglas de NaBai no ha conseguido, en el mejor de los casos, pasar del 3er. puesto. Lejos de ser una alternativa de gobierno.
Bildu, a pesar de su meritorio esfuerzo de renovación política y de integración en la lucha institucional, sigue teniendo un problema con el mensaje. Y es que detrás de esa nueva imagen posibilista y, dentro de su firmeza ideológica, moderada, sigue llevando en el paquete un asunto pendiente: La integración de Navarra en la CAV.
En Navarra el tema de la integración es un nicho de voto… pero sólo eso. Ya solamente lo usa la derecha para meter miedo. Para las nuevas generaciones navarras, los nacidos después de los 80, la CAV es la comunidad vecina, más o menos hermana, más o menos amiga, y la ikurriña es la bandera de la CAV, como lo demuestra la explosión de banderas navarras que de un tiempo a esta parte se aprecia en todos los actos reivindicativos, deportivos y populares, incluso fuera de la Comunidad Foral. Hoy día, desde posiciones vasquistas, hasta independentistas, la reivindicación de la integración de Navarra en otra Comunidad (española al fin y al cabo) tiene mala venta. Deberán explorar otros caminos. Un hervidero de políticas e ideas como es la IA seguro que ya lo está haciendo.
PODEMOS, SUMAR, CONTIGO…
…o ya veremos.
A la izquierda del PSN, el espacio de la izquierda española siempre ha sido reducido.
Además siempre ha estado compartido entre varias familias, como los herederos del Movimiento Comunista y del trotskismo local, los restos del naufragio de Izquierda Unida, escisiones más o menos vasquistas de grupos abertzales, etc. que con distintos nombres (UNAI, Auzolan, Batzarre,…) siempre han estado presentes en el tablero político navarro, generalmente con reducida o nula presencia institucional. A estos ahora se unen los supervivientes del hundimiento de Podemos en Navarra, que aún hoy, dudan si agarrarse a la tabla de Sumar o seguir en el casco agujereado de Podemos para seguir respirando. Siempre han sido grupos entristas muy ideologizados, lo que los hace imprevisibles y poco fiables como socio, fieles compañeros cuando se sienten débiles, ariscos e incómodos cuando se creen más fuertes. Su futuro seguirá siendo el mismo, es su naturaleza. Lo veremos.
PPN, CALIENTA QUE SALES.
El Partido Popular siempre ha tenido en Navarra un problema de imagen: Ser el partido más genuinamente nacionalista español en la menos española de las comunidades.
Incluso entre el electorado de derecha el sentimiento de españolidad es bastante limitado y esa es la causa de que siempre haya preferido votar a productos locales como UPN. Esa es también la razón por la que el PPN eligió buscar cobijo entre las alas de UPN y llegar a un acuerdo con ellos, lo que le supuso su desaparición en Navarra durante casi 20 años.
En 2008 Génova encargó a Jaime Ignacio del Burgo la refundación del PP en Navarra, en represalia porque UPN se había abstenido en la votación de los PPGGE de Zapatero, ignorando la consigna del PP de votar en contra.
Además de del Burgo, los senadores Pérez Lapazarán , el europarlamentario Javier Pomés, el diputado Santiago Cervera y el luego eurodiputado Pablo Zalba entre otros, formaron la gestora constituyente del refundado partido. Todo ellos posteriormente fueron acusados de diversas irregularidades: chantaje, alzamientos de bienes, aceptar sobornos, incumplimientos en el cargo, deudas tributarias sin resolver, etc. En fin, los “puntuales casos aislados” de corrupción más habituales del partido.
A esto y tras la (para UPN) desastrosa experiencia de NA+, se suma el sainetesco episodio de trasfuguismo de los 2 únicos diputados que UPN mantenía en el Congreso y que han sido recibidos con las puertas abiertas en el partido genovés, con un puesto en las listas y pasando por delante de militantes históricos del partido.
Prescindiendo de los 8 parlamentarios que Alianza Popular consiguió en los comicios forales de 1983, en su trayectoria en solitario PPN nunca ha conseguido más de 4 de los 50 parlamentarios forales y posiblemente ese vuelva a ser su techo electoral. Servirá para debilitar a UPN y mantener bajo control el nido de VOX.
UN NUEVO PAISAJE GENERAL.
La tradicional y convencional división izquierda/derecha, en Navarra es algo más complicada. El carácter diverso de la Comunidad Foral introduce variables geográficas, de lealtad nacional y otras, que han supuesto que normalmente cinco, seis y a veces hasta siete fuerzas políticas distintas hayan poblado los escaños del Parlamento.
A esa pléyade de partidos y coaliciones hay que añadir un fenómeno muy característico de la idiosincrasia política navarra: los independientes. Los hay de todo tipo de derecha, de izquierda, vasquistas, transversales, libres y disfrazados. Pero numéricamente desde siempre han sido mayoría en el panorama municipal de Navarra.
Los partidos convencionales han intentado desde siempre atraerse a estos grupos locales, incluso colonizarlos, con desigual éxito. Pero sólo desde la colaboración y la convivencia, a veces incómoda, con los grupos locales se conseguirá el equilibrio suficiente para una Navarra de base municipalista, con las administraciones locales como base democrática en la que se asienta el poder popular, de abajo a arriba.
Hay que asumir que el ciudadano se comporta de modo diferente como ciudadano de su localidad que como individuo, que su voto no es de nadie y que hay que ganárselo todos los días y no cada cuatro años. Recuperar esa “visión comunitaria” tan de moda ahora, que forma parte del imaginario de los navarros desde hace siglos, sobre todo en las áreas rurales (la herrigintza, los batzarres, el auzolan...). Toda esa inteligencia colectiva de la ciudadanía se concreta en esas Agrupaciones Municipales, pegadas al terreno, que conocen sus problemas como nadie y a los partidos les corresponde reconocerlas legalmente, oír sus problemas y ayudarles a solucionarlos.
Los partidos con una fuerte base municipalista son los que serán capaces de gobernar en el futuro Navarra, desde Navarra.
@gukgeuk 230407
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