…solo Macrón parece estar aprendiendo algo.
El 1 de Marzo y con su país literalmente en llamas, Macron inició un largo periplo comenzando por África “con el fin de fortalecer los vínculos bilaterales en su zona de influencia, donde se siente cada vez más la competición por parte de Rusia y China” y que terminaría un mes después en China. Cuando el avión presidencial, a principios de Marzo, despegó de París el mensaje era “firmeza ante el agresor, apoyo a Ucrania, unidad con los socios europeos, reforzamiento de la OTAN“,… en suma, el discurso oficial de Washington. A su regreso el discurso había cambiado.
Durante su gira por África, uno tras otro los presidentes de los, en teoría, países más afines le sacaron lo colores, afeándole su discurso paternalista, recordándole que el pasado colonial aún no es historia como Francia argumenta y reivindicando el derecho de sus respectivos países a establecer acuerdos con quien soberanamente crean oportuno. Algunos de los episodios vistos durante esos días han sido vergonzosos para el presidente francés y por ende para Europa.Todo indica que África está ya muy harta de Europa y que escucha cada vez con más agrado la música china.

Justo un mes después, el presidente Macron, acompañado de una buena corte de empresarios, y la presidenta de la Comisión Europea Von der Layen (colocada en su día a dedo por Macron, dicho sea de paso), coincidieron en China de visita oficial, con objetivos similares pero resultados muy distintos. Mientras a Macron, bajo la mirada entre paciente y condescendiente de Xi Jinping, se le permitió explayarse largamente en su discurso sobre el conflicto ucraniano, la necesidad de condenar a Rusia y las posibles consecuencias en caso de un mayor apoyo militar a Rusia; Von der Layen por su parte cometió el error de traspasar una línea roja: Aleccionar a China sobre el problema de Taiwan.
Hay que entender que a diferencia del tema de Rusia, que para los chinos es política internacional y como tal puede estar sujeto a debate o negociación, el de Taiwán en cambio es un asunto interno. Para ellos es un problema entre chinos y que sólo a ellos compete resolver. De hecho internacionalmente así está reconocido. Únicamente una docena de muy pequeños países (y bien dopados de dólares taiwaneses) mantienen embajadas en Taiwán. Entre los europeos sólo el Vaticano reconoce la soberanía taiwanesa, aunque recientemente también ha retirado a su delegación de Taipei.
Las consecuencias no se hicieron esperar. Mientras Macron pudo seguir la visita con normalidad, incluyendo encuentros con el presidente Xi en su entorno privado, y abandonó el país con un buen número de acuerdos comerciales y culturales bajo el brazo despedido con honores de jefe de estado; Úrsula Von der Leyen abandonó la República Popular China a través de la terminal habitual del aeropuerto, controles de equipaje y pasaportes incluidos. No era una venganza sino una respuesta diplomática: Los chinos le hacían saber así que para ellos su estatus no era más que el de una alta funcionaria europea. Lo cual es estrictamente cierto.
Una semana después, para remachar el clavo en el ataúd de la diplomacia europea, la ministra alemana de exteriores, la inefable Annalena Baerbock, se permitió volver a aleccionar a China sobre su problema en Taiwan. Esta vez su colega chino sí le respondió: “Lo que necesitamos son conversaciones cara a cara con respeto mutuo, no sermones condescendientes“. Acto seguido, le acompañó hacia la salida y le enseñó la puerta sin atender a la ministra verde, (en diplomacia más que verde, analfabeta) que esperaba su saludo.
Europa sigue sin entender el nuevo orden global. No entiende que China es un mal enemigo, más aún después de haber desterrado a Rusia del jardín europeo para echarlo en brazos del gigante asiático. Asia gana, Europa pierde.
Y si la incapacidad y la torpeza diplomáticas de las dos altas mandatarias alemanas son descorazonadoras la arrogancia belicista de los países de la órbita exsoviética es aterradora. Pequeños países ladrando como caniches al oso ruso confiando en que su amo OTAN les defenderá de los zarpazos.
Macron teoriza sobre el eurogaullismo
Por contra, después de su baño de realidad en África y tras escuchar atentamente al dragón Xi, Macron parece haber cambiado el mensaje, o al menos eso es lo que se desprende de algunas de sus declaraciones tras regresar del largo viaje. Algunas incluso, como advertir de “el gran riesgo que enfrenta Europa de involucrarse en crisis que no son nuestras y que le previenen a construir su autonomía estratégica“. Si no fuese por es3 matiz europeo podrían parecer una vuelta al gaullismo.
Macron defiende ahora que “la autonomia estrategica debe ser el combate de Europa”, que la amenaza sería mayor si Europa “en pleno pánico, creyese que sólamente somos seguidores de EEUU” y finalmente que: “a Europa no le interesa promover una crisis sobre Taiwan“. Un remake del De Gaulle de 1966, cuando sacó a Francia de las estructuras de la OTAN. Algo pasó en China para que el discurso de Washington haya dejado paso al discurso del Elíseo.
A diferencia de Von der Layen y Baerbock, envueltas en su armaduras de guardianas del orden y la libertad, de Sanchez cuya politica exterior se limita a sonreír y decir a todo que sí o del desaparecido Olaf Scholz, Macron parece que empieza a comprender que el papel de Europa es el que nunca debió dejar de ser: Conciliación, colaboración y defensa a ultranza de las libertades dentro de sus fronteras, pero nada de intentar exportar a otros países su visión del mundo. Esos principios democráticos que Europa lleva años descuidando o poniendo en segundo lugar en pro de un posibilismo europeísta mal entendido. Esos principios que hace 40 años era imprescindible cumplir y hacer cumplir a cualquier país que quisiera acceder al club europeo, pero que hace 20 dejaron de ser imprescindibles para que así los países del Este accediesen al mismo y Alemania pudiese agrandar su Lebensraum. Ese papel que, abruptamente, arrojó a la hoguera hace un año para satisfacer al patrón americano.
Ahora Macron exhorta a Europa a “reducir su dependencia sobre la extraterritorialidad del dólar”. Desde esa autonomía estratégica de Francia/Europa, Macron retoma los principios soberanistas de Charles de Gaulle y recupera su legendaria combatividad ante las injerencias extranjeras. Las siguientes declaraciones puede que se acerquen a las que el nieto del mítico general francés manifestó recientemente. “si Rusia pierde en Ucrania, el mundo pierde“
Las reacciones de los medios anglosajones han sido duras, The Wall Street Journal advierte de que el nuevo discurso de Macrón “socava el apoyo de EEUU a Europa” y lo que a su juicio es peor: “Macrón se cree el De Gaulle del siglo XXI” y eso incluye “distanciar a Europa de EEUU” . The Guardian, por su parte exclama: “Macron desata la ira al decir que Europa no debería ser un ‘vasallo’ en el enfrentamiento entre Estados Unidos y China”. Además cree que: “Existe alarma en ambos lados del Atlántico cuando el presidente francés advierte contra cualquier conflicto de Taiwán”. Finalmente, algunos senadores republicanos alarmados se preguntan sobre cual es el discurso oficial de Europa, si el de Von der Leyen o el de Macron.
Seguramente serán la inflación, la crisis bancaria en ciernes, la crisis energética, el impulso de los BRICS con el consiguiente declive del G7, la crisis migratoria y las dudas sobre Ucrania y no razones morales o de firmeza democrática las que empujan a Macron y a otros países europeos más “independientes” a desengancharse de las políticas ruinosas que este occidente global reserva para Europa. Así lo expresó en La Haya hace unos pocos días.
Macron ha colocado a Europa en la disyuntiva de decidir si quiere ser protagonista en primera persona en el nuevo concierto mundial, o prefiere seguir con la maldición de la bruja Nuland, sojuzgada por la anglofera global.

@gukgeuk 240417
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