ESA IZQUIERDA CUÁNTICA.

Un imprescindible debate socialverde.


Bernie Sanders en un artículo, culpaba al Partido Demócrata de «ignorar la ira justificada de la clase trabajadora» como causa directa de la debacle electoral. Y es que históricamente ha sido la ira popular la que ha alimentado a la izquierda y obligado a la derecha a llegar a pactos sociales. Ha sido, pero ya no.

La izquierda cuántica, como el gato de Shrödinger, está y no está al mismo tiempo.

Con el hundimiento del Socialismo real el contrapeso se rompió, la derecha dejó de sentirse amenazada y la izquierda se dedicó a defender los intereses de sus votantes de clase media (la misma clase media que el Estado del Bienestar había creado). Del mismo modo, los sindicatos se han dedicado sistemáticamente a defender los intereses de los trabajadores… que ya tienen puesto de trabajo, dejando de lado a los que se encuentran fuera del mercado laboral. Ahora esa ira popular, huérfana de defensores, la explota la extrema derecha. ¡Y algunos aún preguntan qué ha pasado!.

En Europa los avances sociales han ido históricamente de la mano de amenazas de revolución. En la fundación del Estado Social de Bismark, preludio del estado del bienestar europeo, tuvo mucho que ver en la voluntad del canciller, el miedo a que un levantamiento similar al de la Comuna de París se llevase por delante su recién instaurado Segundo Reich.

Cuando en el periodo de entreguerras, Inglaterra, se consumía en huelgas y el laborismo británico se miraba en el espejo de la Rusia bolchevique, los primeros ministros del Gobierno de su Graciosa Majestad, se apresuraron a aplicar mejoras sociales que apagasen el fuego revolucionario.

Cuando a principios de la Gran Depresión, en los países escandinavos, las protestas y revueltas de la incipiente clase obrera amenazaba con convertirlos en estados fallidos, o peor aún, socialistas, los gobiernos de derechas impusieron a sindicatos y empresarios su visión liberal a favor de las reformas económicas y sociales que llevaron al Gran Compromiso.

Cuando tras la hecatombe de la II Guerra Mundial, Europa era un escenario caótico, con Alemania devastada, el Ejército Rojo ocupando media Europa, una coalición social-comunista gobernando en Viena y el comunismo bañando sus pies en las playas mediterráneas de Yugoslavia, británicos, franceses e italianos se apresuraron a pactar un precario estado del bienestar con sindicatos y organizaciones revolucionarias, precisamente para evitar la revolución.

Por lo general, la izquierda siempre que llega al poder se siente ocupa de las instituciones y se limita a gestionar desde la izquierda las políticas heredadas de gobiernos anteriores: Liberales, conservadores, centristas,… Si acaso maquilla sus mismas políticas con un ligero barniz socialdemócrata. Muy ligero, para que las derechas y los medios que ellas controlan no se sientan demasiado amenazados.

Tras la desaparición de los grandes teóricos de la izquierda europea de la posguerra, la izquierda de atrezzo, la universitaria, la que aún no había emigrado hacia la derecha extrema, llegó a la conclusión de que todo era tan claro y tan evidente que no hacía falta ni explicarlo, si acaso seguir debatiéndolo en interminables y endogámicos circunloquios entre iguales. «Y si alguno no lo entiende que nos vote igual, nosotros somos la izquierda redentora.

Decía Sanders que Tamala Harris «no parecía saber siquiera a qué nivel de dificultades financieras se enfrentaba su base de votantes». Simplemente no ha sido capaz de enfrentarse a algo que ella nunca ha conocido. Hoy, la mayor parte de los dirigentes y altos cargos de esas organizaciones de izquierdas en Europa son también gente adinerada que no está condicionada por el miedo a la precariedad, así que eso no es un tema prioritario para ella. Dice que sí conoce, maneja y menciona índices de desigualdad o de precariedad, pero en la práctica su prioridad es otra más relacionada con el poder o el mensaje. Ahora sus intereses «aspiracionales» son cosas como la política de género, el clima, la movilidad sostenible, la independencia, las finanzas públicas y la fiscalidad, la primera vivienda, el arte y la cultura, la geopolítica, los derechos civiles. Ninguna de ellas asuntos de supervivencia inmediata, como los que lo eran hasta hace solo un par de generaciones. Y está bien que eso sea así. Pero…

…no nos equivoquemos, esas no son las principales preocupaciones de ese 31% de navarros (46% en el caso de las mujeres más jóvenes), que según el VI Informe sobre la pobreza y la desigualdad social en Navarra, transitan entre el riesgo de pobreza y la pobreza severa.

Nos hemos autoadoctrinado para creer que nuestros intereses y nuestras inquietudes son también los de «ellos«, los de esa franja de población para la que, ingenua o cínicamente, decimos que estamos esforzándonos. Y no es así.

«La izquierda habitual realiza oportunos estudios de situación, culpabiliza de todo el neoliberalismo, y con razón, pero no hace gran cosa por mejorar la situación. Se conforma con tener razón«

A esa [enorme] franja de población navarra, su problema no se lo soluciona un ciclo de conferencias sobre algún tema progre de rabiosa actualidad, ni la solución a la pobreza infantil es esperar unos añitos hasta que sean adultos y desaparezcan así de los datos estadísticos, y tampoco los carriles bici o las políticas de jardinería le solucionan la cena.

La izquierda cuántica realiza oportunos estudios de situación, culpabiliza de todo el neoliberalismo, y con razón, pero no hace gran cosa por mejorar la situación. Se conforma con tener razón. Las izquierdas alternativas por su parte, creyeron que formando Círculos para hablar entre ellos unos con otros llegarían al gobierno y sí, lo hicieron… terminaron a la greña, disputándose entre ellos un pequeño espacio en el garaje de la Moncloa.

La Relación S80/S20 es un índice que compara la riqueza del 20% de la población más pobre con el 20% de la más opulenta. En el caso de Navarra, ese 5,6, el mayor de las comunidades de su entorno, significa que una quinta parte de su sociedad tiene unos ingresos casi 6 veces mayores que su equivalente menos afortunada.
No es cierto que, como dijo Chivite, Navarra tenga el índice de desigualdad más bajo. De hecho somos la tercera comunidad más desigual. Y la única en la que la desigualdad sigue creciendo sostenidamente.

La riqueza no es el problema.

Dejemos ya de una vez de hablar de riqueza. En una de las Comunidades más ricas del Estado somos la tercera comunidad con un mayor índice de desigualdad… y eso lo hace aún más vergonzoso.

Llevamos ya demasiado tiempo diciendo que trabajamos para cambiar las cosas o solucionar los problemas, pero mientras, hacemos lo que en el fondo más nos gusta: pontificar y disertar sobre qué es lo que habría que hacer… eso sí, procurando no romper nada, (buena muestra es este artículo), y repetir lemas y consignas sobre emancipación, esos lemas que históricamente han ido evolucionando desde la necesidad de una revolución en un inicio hasta los eslóganes de autoayuda actuales.

Hablemos claro: es necesario acabar con el síndrome de centroizquierda, ese espécimen de la izquierda ecléctica es básicamente el culpable. Porque defiende que en lo fundamental todo está bien y que con pequeñas reformas aquí y allí, ¡posibilistas faltaría más!, se terminará la desigualdad y la cada vez mayor depredación del capital. Debemos terminar ya con ese ideario progre, que no es más que un bálsamo para tranquilizar conciencias sin renunciar a los privilegios.

Si lo que se pretende es convivir con el sistema sin hacer demasiados cambios, bejondeigula! estamos en el camino correcto. Pero la izquierda no puede ganar, (si eso es lo que se pretende), sin el apoyo de ese 20% de la escala social con acceso a menos del 7% de la riqueza al que se deja inerte en manos de la derecha extrema. No a menos que pretendamos volver al sufragio censitario. Primero debemos aclarar este punto y después podremos hablar de otras cosas.

Los que durante nuestro periplo vital transitamos por organizaciones de clase, no necesariamente marxistas, teníamos un concepto claro de cual era el objeto de nuestro esfuerzo. Como trabajadores, peleábamos por nuestros intereses y los de las capas más desfavorecidas y contra los que defendían los intereses de las clases dominantes y del Estado. Luego, con la llegada de la izquierda de Schrödinger al poder, el horizonte se nubló. Conceptos como clase trabajadora o el mismísimo término obrero fueron cayendo en desuso y siendo sustituidos por otros como vulnerables, excluidos o marginados, no exentos de cierto tufillo clasista. Luego, emergió de entre los hijos de los obreros cierta aristocracia compuesta por funcionarios de distintas administraciones, empleados de grandes empresas, emprendedores de medio pelo o, simplemente, gente normal entrampada hasta las cejas pero con un tren de vida insostenible y otras excrecencias del estado del bienestar. Se generalizó la sensación de que todos éramos clase media, no importaba si para llegar a fin de mes había que abrasar la tarjeta de crédito. El caso era no parecer loosers... muchos no lo lograron.

En nuestra condición de supuestos nuevos ricos y desde el pedestal de nuestra aporofobia seguimos mirándoles sin verlos y haciendo eso que más nos gusta. Creemos que no les necesitamos. Luego, cuando la extrema derecha vuelva a subir otro peldaño, nos volveremos a preguntar qué es lo que está pasando.

Que las cifras no nos engañen: los hogares navarros no ganan esos casi 50.000 €/año que dicen las estadísticas y que usamos para decir eso de que Navarra va muy bien. La mayoría de ellos no ganan ni la mitad de eso. Es el precio a pagar por ser una de las comunidades con una desigualdad mayor, que ese 20 superior del Ratio distorsiona todo lo demás.

Y asumámoslo de una vez: La izquierda podrá ganar sin los votos de los gestores de fondos de inversión o de los cargos medios de la administración, o de los profesionales liberales, o de los… pero no lo hará sin los votos de esos perdedores.

Oír no es lo mismo que escuchar.

Hay un valor imprescindible ante un proceso de escucha: el respeto. El respeto al votante, tenga este la posición social que tenga. Si no estamos atentos a sus condiciones reales de vida, le estamos faltando al respeto. Si le aleccionamos con «nuestras» prioridades y nuestras soluciones, sin siquiera oír las suyas, le estamos faltando al respeto. Si, en actitud condescendiente, oímos sin escuchar sus argumentos para luego seguir invariablemente con nuestro discurso, le seguimos faltando al respeto. Debemos escuchar activamente a este sector de la población, no sólo como deber moral, aunque sea solo porque es el sector que, nos guste o no, inclina la balanza electoral hacia uno o u otro lado. Y últimamente lo hace hacia el lado tenebroso.

Los indicadores mundiales de los ODS están muy bien como mapa, pero tenemos que empezar a sacar conclusiones, buscar soluciones y ACTUAR. Y no lo estamos haciendo. El nivel de desigualdad y el de desequilibrio territorial (la otra cara de la desigualdad) en nuestra Comunidad están creciendo. Las mugas de Navarra están muy lejos de las de la Cuenca de Pamplona, y entre ambas existe un espacio enorme que algunos sólo ven camino a Salou o a Donosti.

El desequilibrio territorial, la otra cara de la desigualdad. (Fuente: ORS Gobierno de Navarra)

Medimos muy bien nuestra calidad de vida, por sectores, por zonas, incluso por género, pagamos a mucha gente por recopilar esos datos y luego no somos capaces de aprovecharlos para mejorar la vida de la gente. La desigualdad sigue creciendo, así que no, no lo somos.

Tenemos graves problemas con el desarrollo sostenible, con la normalización del euskera, con los derechos humanos, con la ética política y con muchas otras cosas importantes, en eso no estamos equivocados, pero como no seamos capaces de conectar con ese núcleo social cuya prioridad es sobrevivir, nunca lograremos un mandato para cambiar todo eso. Ellos tienen la llave.

Reparar la nave del bienestar.

La desigualdad es la roña con la que la derecha extrema pudre la soga del contrato social. Esa soga no se ha roto ahora de golpe, se ha ido deshilando cada vez que la izquierda, tras hablar de desigualdad y justicia social, aplaza la solución al problema porque, ¡qué ingenuidad!, piensa que otras políticas mas lustrosas mejoran su portfolio electoral, que SU gente, o SU electorado les están pidiendo otras cosas. Ese no es el camino. Ya no valen más buenas intenciones, más ideas-fuerza, ni más metas ficticias…. ya sólo queda actuar.

Medidas concretas para resultados tangibles de cara a reparar ese cable que une a la sociedad, a toda. Porque como una parte significativa de ella sea abandonada a su suerte… en Europa tenemos experiencia de sobra para saber que es lo que viene después.

¿Y eso como se hace? Haciéndose sistemáticamente, cada vez que hacemos una propuesta, que negociamos un acuerdo, que propiciamos una acción de gobierno, estas dos preguntas: ¿Esto mejora, aunque sea un poco, la situación de los prescindibles? y ¿Cómo nos aseguraremos de que lo hace?

Las fuerzas de derecha, y algunas de las de izquierda, se han esforzado siempre por compartimentar a la ciudadanía (al pueblo ¿os acordáis?)  según clases sociales, géneros, origen o idiomas, apresurándose luego a lanzar a cada uno el mensaje adecuado, el que quiere oír. A veces incluso contradictorios unos con otros. Eso es Mercadotecnia Politica, trilerismo, transformar la política de servicio público en un producto de consumo.

Lo que salvará a la izquierda no es un enfoque basado en ofertas de consumo político sino los resultados, las políticas que funcionen y que mejoren las vidas de la gente. Una pequeña empresa, un mileurista o un jubilado que cobra la pensión mínima no son targets del mercado político y la fuente de sus problemas es la misma. Y también la solución: restaurar el maltrecho Estado del Bienestar y hacerlo llegar hasta el último de los excluidos

En 2015, con la oposición de la derecha y de la izquierda cuántica, algunas fuerzas trajimos el cambio para Navarra, ahora necesitamos traer otro cambio: El cambio para los navarros que lo necesitan desesperadamente. Necesitamos ser el cambio que ellos necesitan, no el que a nosotros nos  gustaría.

Eso o la derecha acabará con EL CAMBIO.


@gukgeuk 241123



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