ESTADO DEL BIENESTAR, UN COMPROMISO ENTRE LAS IDEAS.

“Yo crecí en un sistema basado en los derechos sociales, con un Estado de bienestar fuerte… Ya no queda nada. La idea del Estado de bienestar ha quedado arrasada. Hemos vuelto a la precariedad. Mis hijos tienen muchas menos oportunidades de las que yo tuve. Pago sus estudios, pero esos estudios no les van a garantizar un trabajo.” (Hanif Kureishi)
ESTADO SOCIAL O REVOLUCIÓN.
A pesar de que el Estado del Bienestar se relaciona subconscientemente con la Europa de la posguerra y sobre todo con la socialdemocracia de los países escandinavos, en realidad el verdadero fundador de ese concepto fue un estadista alemán, furibundo perseguidor de partidos de izquierdas y sindicatos. Ni más ni menos que el canciller alemán Otto von Bismarck.
Bismarck temía que un levantamiento similar al de la Comuna de París se llevase por delante el recién instaurado Segundo Reich que a él le había costado tantos esfuerzos y a Europa central tres guerras.
El SPD era uno de los partidos socialistas más importantes de la Europa de entonces, aglutinaba en su entorno a las más importantes movimientos obreros de Alemania y trabajaba activamente para la emancipación de la cada vez más numerosa y empobrecida clase trabajadora del país. Así que Bismarck en principio se dedicó activamente a promover leyes de excepción para prohibir periódicos y partidos de izquierda, deteniendo a miles de de sus militantes y poniendo toda clase de trabas a los sindicatos obreros.

Bismarck temía que un levantamiento similar al de la Comuna de París se llevase por delante el recién instaurado Segundo Reich, que había costado a Europa central tantos esfuerzos y tres guerras.
En vano. Los levantamientos obreros, cada vez más numerosos y violentos hacían pensar que la revolución socialista estallaría en Alemania antes incluso que en otros lugares como Rusia o Inglaterra, que contaban con vigorosos movimientos revolucionarios. Así pues, finalmente Bismarck comprendió que ese incendio no se apagaría agregando la leña de la represión y que el Estado debía apaciguar con medidas sociales a las enfurecidas masas implantando desde el Estado medidas de tipo social. Así nació el Wohlfahrtsstaat (Estado Social), teorizado pocos años antes por el sociólogo conservador Lorenz von Stein y antecesor directo de nuestro actual Estado del Bienestar.
En 1884, Bismarck instituyó el seguro de enfermedad y accidentes y 5 años después el sistema de pensiones de jubilación, el primero de la historia, para todos los trabajadores mayores de 70 años. Todos estos seguros se financiaban con aportaciones de los trabajadores, las empresas y el Estado. Aunque esto supuso una gran avance, sobre todo en lo que tenía de precursor de los sistemas que vendrían después, su eficacia era bastante relativa. Hay que tener en cuenta que en aquellos años la esperanza de vida de los alemanes era de poco más de 35 años, solo una cuarta parte de ellos alcanzaba la edad de jubilación y la mayoría eran de clase media o alta, los trabajadores que la alcanzaban eran la excepción. Eso permitió que el sistema fuese sostenible y Bismarck consiguió lo que se proponía, apaciguar las turbulencias sociales de final del siglo XIX y cohesionar el joven país alrededor de un bien común, identificando el Estado Social con la nación.
Independientemente de la intencionalidad de su autor a la hora de crearlo y de su carácter acusadamente paternalista propio del despotismo ilustrado, el Estado Social supuso un avance importante en la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores y fue el germen de los sistemas de Seguridad Social que le seguirían. De hecho, serviría de modelo para los gobiernos de Francia en 1894 y de Inglaterra en 1908. En España hubo que esperar hasta 1931, cuando el gobierno republicano aprobó una ley de protección social digna de tal nombre. Hasta entonces esa protección estaba prácticamente en manos de instituciones de caridad. En plena Guerra Civil se promulga en el lado franquista el Fuero del Trabajo, que imitaba en lo posible al NSV, el sistema alemán vigente en la Alemania nazi.
CUANDO ESCANDINAVIA NO MOLABA TANTO.

«El esnobismo sueco hacia sus clases trabajadoras es deplorable. En cualquier país un trabajador manual es respetado. En cambio, en Suecia ese mismo trabajador es mirado con desprecio»
Hans Mattsson (Reminiscences)
La Escandinavia de hoy no siempre ha sido así, hasta entrado el siglo XX eran países habitados básicamente por campesinos pobres que subsistían casi en las mismas condiciones que sus antepasados vikingos. La práctica totalidad de los escandinavos actuales proviene de bisabuelos cuyas vidas estuvieron marcadas por la pobreza estructural, las cortas perspectivas de vida y el clasismo de sus clases dirigentes. Esa falta de oportunidades y la nula posibilidad de ascender en la escala social, unidos a la represión religiosa puritana de la Iglesia Luterana de Suecia empujaron a miles de suecos, daneses y noruegos, primero hacia los puertos británicos o alemanes para desde allí saltar a Norteamérica.
Extensas zonas del medio oeste americano se poblaron de campesinos nórdicos que una vez establecidos escribían cartas a casa, animando a sus familiares y amigos a marcharse del país. La aristocracia mientras tanto acusaba a los que lo abandonaban de “falta de patriotismo” y la Iglesia Sueca alertaba a los que todavía no habían partido sobre “sobre el riesgo que sus almas correrían en tierras de vicio y depravación”. Hoy en día estados Como Minnesota cuentan con una herencia nórdica característica, se calcula que el número de suecoamericanos en USA supera a los 10 millones que habitan en su país de origen. El número de americanos de origen noruego es menor, aun así más de 4 millones de ellos tienen sus ancestros en Noruega. Viven por lo general en los mismo estados que sus vecinos suecos.
Hay que recordar que Noruega fue parte del Reino de Suecia hasta 1905, por tanto el proceso de despoblación fue prácticamente el mismo que el de sus vecinos peninsulares. En el resto de países escandinavos, salvo quizá Dinamarca que dispuso de más recursos como nación debido a su pasado colonial, los procesos fueron similares.

La epopeya de la emigración nórdica a Norteamérica está reflejada en Utvandrarna (Los emigrantes), novela llevada al cine en 1971 por Jan Troel con el gran Max von Sydow como principal protagonista.
El despoblamiento en unos países ya de por sí poco habitables y escasamente habitados, en donde más del 20% de sus habitantes ya los habían abandonado (y las cifras seguían aumentando) llegó a suponer un serio problema para el futuro de países como Suecia, cuyos dirigentes plantearon una Comisión de Investigación que estudiase las causas de esa desafección general de los suecos hacia su propio país y buscase soluciones para evitar la desbandada. La conclusión del estudio culpaba principalmente a la desigualdad de clases en la sociedad sueca, esto creó un vivo debate en el país sin que se llegase a un consenso sobre las verdaderas causas (después de pasados más de 100 años todavía es un tema polémico). La derecha conservadora, en línea con todas las derechas de todo el mundo, propuso una solución fácil: PROHIBIR LA EMIGRACIÓN, finalmente se impuso la visión liberal a favor de impulsar reformas económicas y sociales. Durante los años siguientes se realizó un enorme esfuerzo para resolver problemas como la vivienda, se aprobó el voto femenino, se promovió el desarrollo económico y especialmente la educación, confiando en que una mejor formación provocase mejores posibilidades de emancipación de las clases más populares, reduciendo así las diferencias de clase. A partir de los años 20 del pasado siglo la emigración por causas económicas o de supervivencia prácticamente desapareció.
EL “GRAN COMPROMISO”.
Recordemos que en el caso de Centroeuropa e Inglaterra la principal motivación para implantar algo parecido a un estado de bienestar fue prevenir el estallido de las revoluciones que a causa de las miserables condiciones de vida de los trabajadores estaban a punto de estallar a cada momento. En el caso de Escandinavia no se daban levantamientos populares de importancia. Sea por culpa de su cultura luterana o por la carencia de sindicatos y partidos políticos de izquierda fuertes, el caso es que los trabajadores y agricultores suecos antes de luchar por mejorar su propio país prefirieron emigrar a otro. Eso supuso, no el peligro de que el país cayese en manos de los revolucionarios, sino la supervivencia misma del país por falta de mano de obra. La aristocracia snob sueca seguía ajena a la situación llamando vagos y malos suecos a los que buscaban su futuro al otro lado del Atlántico, pero los empresarios e intelectuales suecos veían las cosas de otro modo.
A principio de los años 30 en plena Gran Depresión, tanto en Suecia, en Noruega como en Dinamarca las asociaciones empresariales y la confederaciones sindicales, fuertemente presionadas por los gobiernos respectivos, se reunieron para intentar llegar a un acuerdo sobre los “estándares aplicables a las relaciones entre el trabajo y el capital” y sentar las bases de la armonía social. Las negociaciones llegaron a buen puerto, firmándose un pacto a tres bandas, trabajadores-empresarios-estado, que en su día denominaron “El Gran Acuerdo”, ese fue el estreno del modelo nórdico de relaciones, que iba más allá de las meramente laborales porque también se extendían al conjunto de la sociedad, proporcionando a todos los ciudadanos seguridad económica y fomentando la prosperidad al mismo tiempo que promovía la solidaridad entre los ciudadanos.
Pero quizá lo más interesante sea analizar la vía que los países nórdicos usaron en su viaje hacia el Estado del Bienestar, sustancialmente diferente al de los países del centro y sur de Europa. A diferencia del Reich alemán de Bismarck, las medidas sociales no se lograron por “graciosa concesión” del gobernante, aunque como hemos visto detrás estaba el peligro cierto de una revolución, sino que se hicieron tras un amplio acuerdo transversal de toda la sociedad que supuso un profundo cambio en la relaciones laborales, comerciales, sociales y hasta personales.
Económicamente el modelo nórdico ha encontrado su inspiración en economistas como John Maynard Keynes primero y John Kenneth Galbraith después. En el fondo este cambio de paradigma, capitaneado por los socialdemócratas, aunque en otros países nórdicos como Finlandia o Islandia la derecha conservadora no tuvo inconveniente en adoptar el modelo, no ponía en duda el modelo de libre mercado pero instituía la figura del Estado como proveedor de todos los servicios básicos necesarios para satisfacer el cumplimiento de los derechos sociales garantizados por el Gran Compromiso. Eso suponía una progresiva y alta fiscalidad para suministrar todos esos servicios, y una gran presencia del sector público en la economía del pais. A día de hoy sigue siendo la marca de la casa de todos los países escandinavos.
La presencia del Estado fue agrandándose durante los siguientes 40 años. A mediados de los 70 los sindicatos suecos, apoyados por Olof Palme, intentaron dar un paso más hacia la socialización gradual de las empresas. El Plan Rehn–Meidner pretendía conseguir que el capital de las empresas fuese de titularidad pública o estuviese directamente en manos de sus trabajadores en una o dos generaciones. Desde el punto de vista de la sostenibilidad su base teórica sería hoy día bastante discutible, pero el sueño era la construcción de un país socialmente avanzado con el bienestar de sus ciudadanos por encima del poder del mercado y de los intereses económicos. El resultado? Nunca lo sabremos, Olof Palme fue asesinado, y en la siguientes elecciones el Partido Socialdemócrata fue derrotado por los conservadores.

…mientras, en el Reino Unido Margaret Thatcher llevaba 4 años desmontando el estado del bienestar.
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