Confieso sin ningún rubor que ayer 1 de octubre de 2017 lloré unas cuantas veces. Lloré de rabia viendo como unos energúmenos uniformados apaleaban a gente con pinta de tenderos, de maestras, de estudiantes y jubiletas, a mi gente vamos. Lloré cuando vi a esos mismos energúmenos, traídos desde más de 1.000 kms. al grito de “¡A por ellos!”, arrancar con rabia las urnas de las manos de esa mi gente. Lloré esta vez de orgullo, viendo como los ciudadanos de Montroig expulsaban a los susodichos sin más armas que sus manos vacías y su enorme dignidad. Lloré finalmente de alegría cuando tras el recuento, vi a la gente abrazarse entre lágrimas celebrando algo tan básico como llenar de votos una urna y poder contarlos después. Todavía hoy, después de repasar toda la jornada de ayer en algunos momentos han asomado las lágrimas.
Diréis que soy un sentimental, seguro que lo soy. Y soy más cosas también. Soy, esto algunos de mis amigos ni lo saben, soy también catalán, porque nací apresuradamente en la Casa de Socorro del barri de Collblanc, donde mi padre había aterrizado después de la guerra, desterrado de su Navarra natal por los que habían matado a mi abuelo y expulsado del pueblo a toda su familia y donde nadie le preguntó nunca quien era ni de que pie cojeaba. El barri que mi madre en el año 64 abandonó llorando porque ella no quería volver a Pamplona. Mi madre falleció, casi centenaria, en febrero de este año y 6 meses antes de morir aún nos contaba que ella no quería venir porque a ella los catalanes siempre la trataron bien. No como aquí.
Hoy es día 2. Las emociones se apaciguan poco a poco y tras los vapores de euforia asoman en algunos ciertas nubes de incertidumbre. Pero después de lo visto ayer estoy seguro de que los catalanes seguirán adelante con paso firme. Les han engañado muchas veces y están hartos. Están convencidos de que su futuro no se lo deben a nadie y será lo que ellos sean capaces de forjar. Y tras la paliza que ayer le dieron al Estado Tramposo su autoestima está por las nubes, no se van a dejar engañar. Lo van a lograr.
A los navarros nos queda apoyarles en lo que ellos decidan y aprender de ellos. Que estoy seguro que nos van a enseñar muchas cosas. Llevan años haciéndolo.
Para finalizar, para los que después de las imágenes de ayer todavía tenéis el cuajo de hablar de legalidad y de porcentajes de participación mi desprecio más absoluto. A los que estos días, y aún hoy, mantenéis un silencio “mediatico” cómplice, gracias porque ya sabemos que con vosotros nunca podremos contar. Y a los equidistantes, suerte en el análisis, en el camino nos encontraremos.
Iruña 171002
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